[Cuento] El lobo que aprendió a escribir

El cuento enseña que la sinceridad con uno mismo es esencial para crecer y que pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía
  • domingo 30 de noviembre de 2025 - 12:00 AM

El lobo no sabía escribir, pero eso no le importaba, porque podía aullar y enseñar sus dientes afilados. No necesitaba más.

Un día, se encontró con una loba. Ella era preciosa, y estaba leyendo un libro.

El lobo se acercó y quiso piropearla. Pero se detuvo y pensó: “Una loba que lee es una princesa. Y a una princesa se le escriben cartas antes de piropearla”. Eso lo había aprendido de un campesino, a quien le había comido algunas gallinas.

Pero el lobo no sabía escribir. Así que se fue en busca de sus amigos, el león, el oso y el mono. Les dijo:

¡Cada uno de ustedes, escríbame una carta para la loba!

Al día siguiente, le llevaron sus cartas.

El lobo se sentó a escuchar lo que le había escrito cada amigo. Se dio la vuelta y empezó a leer el león:

Queridísima amiga: ¿Quieres caminar conmigo en la pradera? Tengo un rugido melodioso. ¡Eres un encanto! Saludos. Tu amigo.

¡No, no, nooooo! —aulló el lobo—. ¡Yo nunca escribiría algo así!

Rompió la carta y la botó.

El siguiente en leer fue el oso: Apreciadísima amiga: ¿Sientes frío? Tengo dos brazos para darte un abrazo de oso. ¡Belleza! Saludos. Tu amigo.

¡No, no, nooooo! —bramó el lobo—. ¡Yo nunca escribiría algo así!

El lobo desechó la carta.

El mono lee: Estimadísima amiga: ¿Quieres trepar conmigo a los árboles? Tengo bananos y hojas. ¡Están exquisitos! Saludos.

¡Oh, no! —replicó el lobo—. ¡Nunca escribiría algo así!

Luego, desgarró la carta y dijo: Yo escribiría lo hermosa que es y que me gustaría estar junto a ella, caminar y mirar las estrellas en una noche de luna llena. ¿Resulta tan difícil que escriban eso?

En ese momento, apareció la loba.

¿Por qué entonces no escribió usted, señor lobo?

Él la miró a los ojos y le dijo la verdad:

Yo no sé escribir, ¡auuuuuuuuuuuu!

La loba le regaló un lápiz y un cuaderno y, con paciencia, le enseñó a leer y a escribir, y fueron muy felices juntos.

Moraleja: Si no reconocemos nuestras carencias, nunca podremos superarlas.