El caracol veloz de Panamá (Cuento)
- sábado 04 de noviembre de 2023 - 12:00 AM
Había una vez en Panamá un pequeño caracol llamado Mateo. Mateo vivía en un hermoso bosque tropical lleno de árboles frondosos y plantas exuberantes. Pero tenía un sueño muy especial: quería ser el caracol más rápido de todo Panamá.
Mateo pasaba sus días observando a los demás animales de la selva. Veía a los monos saltando de rama en rama, a las mariposas revoloteando en el aire y a los tucanes volando velozmente. Sabía que para ser el caracol más rápido, tenía que aprender algo de cada uno de ellos.
Un día, mientras observaba a los monos jugando en los árboles, notó que tenían unas patas largas y fuertes que les permitían saltar de un lugar a otro con facilidad. Mateo pensó que si él tuviera patas largas, podría moverse más rápido. Así que decidió hablar con Don Mono, el mono más sabio de la selva.
Don Mono le explicó a Mateo que los caracoles no tienen patas, pero que tenían una característica especial: su caparazón. Le dijo que si fortalecía su caparazón, podría rodar más rápido. Mateo se puso manos a la obra y comenzó a buscar comida rica en minerales para fortalecer su caparazón.
Unos días después, mientras Mateo estaba en busca de minerales, conoció a Luis, un pájaro tucán muy amable. Luis le contó que para volar rápido, necesitaba tener alas fuertes y ligeras. Le dijo que si él encontraba una manera de hacer que su caparazón fuera más ligero, podría rodar velozmente.
Mateo continuó su búsqueda y descubrió que comiendo ciertos alimentos y llevando una vida activa, su caparazón se hacía más liviano. Pronto, notó que podía moverse más rápido. Estaba emocionado y se propuso competir en una carrera de caracoles que se celebraría en el bosque.
El día de la carrera llegó, y Mateo estaba listo. Se alineó con otros caracoles y, cuando dieron la señal de inicio, rodó a toda velocidad. Su caparazón fuerte y ligero le permitía moverse con rapidez, y Mateo se sintió como un verdadero campeón.
Corrió y corrió, superando a los demás caracoles uno por uno. Finalmente, cruzó la línea de meta en primer lugar, convirtiéndose en el caracol más rápido de todo Panamá. Todos los animales de la selva lo aplaudieron y celebraron su victoria.
Mateo se dio cuenta de que, aunque no podía volar como un tucán ni saltar como un mono, tenía su propia habilidad única que lo hacía especial. Aprendió que cada animal en la selva tenía algo especial que lo hacía único, y que lo importante era ser uno mismo y hacer lo mejor con lo que se tenía.
Así que, desde ese día, Mateo siguió siendo el caracol más rápido de Panamá, rodando por la selva y disfrutando de su vida al máximo. Y aunque no podía volar ni saltar, sabía que era un caracol excepcional en su propio camino.