Los años gloriosos y la caída de un gran bailarín

Dice que la fama y las mujeres lo empujaron hacia las drogas. Hoy se gana la vida lavando carros en la avenida Cuba.

PERSONAJE

El hombre que está parado frente a mí tiene una mirada triste, apenas sonríe y le faltan dientes .

Nadie de los que están sentados la tarde de un jueves en las bancas del Parque Porras, en Calidonia, se imagina que este hombre de tez blanca, de 1.61 de estatura y de 59 años, bailó en los más importantes escenarios del mundo de la danza, ganó premios, estuvo rodeado de actrices y de bellas mujeres y un día, así como subió, cayó en las garras de las drogas. Estuvo batallando 23 años.

Es una tarde de mayo, y él permanece de pie aunque hay bancas desocupadas: observa una bandada de palomas picoteando migajas de pan.

Lo miro: luce como si la vida le hubiera dado muchos puñetazos y solo le quedara sobrevivir el día a día lavando y cuidando autos en la avenida Cuba, donde lleva más de 20 años deambulando.

Guillermo Antonio Tribaldos, el hombre parado frente a mí, fue el primer bailarín del Ballet Nacional de Panamá y de Latinoamerica.

Viste jean, suéter azul, gorra roja, lentes y lleva colgado un pequeño crucifijo plateado en el cuello.

Se sienta en una de las bancas. Se acomoda y cruza las piernas. Contempla las palomas que siguen buscando sus migajas de pan. Truena a lo lejos.

-¿Cómo llegó a la danza?

-Fui convocado a una prueba de canto, pero no me gustó. El ballet fue el que me conquistó. Yo siempre fui un niño activo. Me gustaba treparme en los árboles como un trapecista, hacía volteretas y caía a la quebrada.

En ese entonces, confiesa Guillermo, vivía en Los Santos.

-Crecí en una familia de artistas. Mi abuelo cantaba opera, mi abuela escribía libros. Soy familia de Anita Villalaz y el pintor Rogelio Prietto- confiesa con orgullo.

Se quita los lentes y los coloca sobre sus rodillas. Se queda pensando un rato, como si tratara de rescatar del fondo de su memoria los recuerdos.

-Nunca se me olvida cuando entré por primera vez al Teatro Nacional, nunca había visto en vivo a bailarines profesionales, fue como entrar un poco como Alicia en el país de las maravillas. Esa experiencia fue suficiente y ya no pude escapar de ese mundo que había soñado.

Se inscribió en la escuela Nacional de Ballet y ensayaba y ensayaba para dominar las técnicas.

-¿Su familia lo apoyó cuando supo que quería ser bailarín?

Las palomas siguen picando aquí y allá.

-Cuando mi papá supo que estudiaba ballet sufrió un hetacombe en la casa. Mi padre quería que yo fuera un profesional, consideraba que los bailarines eran homosexuales.

Un día su padre lo vio en mallas, tenía una mirada de disgusto y estaba a punto de suicidarse.

-Lo mío no tiene nada que ver con problemas sexuales, lo que yo busco es una carrera- le dijo .

Años después, su padre, era uno de los primeros en sentarse en las gradas para verlo danzar.

-Ese no era mi caso, yo era una persona que amaba la danza, estaba metido en ese arte por convicción y no iba a declinar.

Entrenaba 10 horas

Y no declinó. Se fue a Cuba a y estudio danza. Entrenaba más de 10 horas hasta que las campanas del reloj anunciaban las 3:00 de la madrugada.

Todas las novias lo dejaban porque decían que estaba casado con el ballet. Cuando lo invitaban a la playa o una discoteca, prefería seguir ensayando.

-¿Quién es ese que tiene las luces encendidas a esta hora de la noche?- preguntaba alguien.

-Es el loco panameño entrenando con una grabadora- respondía otro.

-La danza es un mundo muy sacrificado- comenta Guillermo- Para mí no había días cansados. Todo lo que tuviera que ver con el arte, para mí no era aburrido.

Va a empezar a llover y le digo que vayamos a otro lado. Camino lento, para llevar su paso trabajoso.

-Un día, cuando estaba ensayando hice una voltereta y caí de espalda sobre una barra mal puesta y me golpeé la espalda. No lo puse atención. Cuando cumplí 50 años, un día sentí un dolor en la espalda y quedé inválido, postrado en una silla de ruedas, hasta que poco a poco me recuperé. Pero ya no puedo caminar como antes. Empecé a perder la movilidad de las piernas. Mi vida cogió un estado de estupor y me deprimí más.

-¡Ey, bailarín!- grita alguien que lo reconoce en la calle.

-¡Qué tal!- responde Guillermo.

Nunca le ha gustado que le digan bailarín.

-Qué le vamos a hacer, no somos bailarines, somo ‘intérpretes de la danza'- dice.

Después entró a formar parte del Ballet Nacional, viajó a Cuba, Nueva York, España, Italia, Francia, Polonia, Japón, Estados Unidos, China y Rusia.

Ganó una medalla de oro como el mejor bailarín individual en el Festival de Ballet en Brasil en 1980 y como mejor pareja con su inseparable compañera, Gloria Barrios.

De todos los países que Guillermo visitó, Cuba le marcó profundamente.

-Fue importante para mi vida artística, fue el país que me educó, que hizo que creciera artísticamente, que internacionalizó mi nombre.

El ocaso

Esta vez, nos sentamos a comer un ‘perro caliente' en un local de comida frita. Allí relata cómo cayó en las drogas.

-¿Cómo empezó la adicción?

-No me gusta dar excusas, pero yo me metí en el mundo de la televisión, salía con muchachas y allí empezó todo. Además, en 1989, Estados Unidos invadió Panamá y eso me deprimió. Vino una gran tristeza. Yo vi a mi país devastado, sin luz. Hasta terminé preso y cargué cadáveres- confiesa.

-Yo soy una persona extremadamente patriota y el hecho de que muchos panameños apoyaran a un país extranjero, me afectó muchísimo. Yo vi cadáveres de bebés, vi cadáveres de gente que no tenían nada que ver con el asunto.

Eso lo llevó a consumir drogas casi todos los días, especialmente la ‘piedra'.

-Cuando quise regresar al ballet, ya no podía. Padecía depresión, el querer escapar, me hundía más y más. No tuve orientación.

Sus amigos trataron de ayudarlo y estuvo 10 años en Hogares Crea y hasta lo enviaron a Cuba.

-Al recuperarme me encontré otro tipo de vida y me alejé completamente de la danza, aunque de vez en cuando montaba coreografías para night club o teletones. Con eso ganaba uno dólares.

Lavador de carros

Cae la noche. Nos levantamos y nos dirigimos al bar conocido como la Cueva del Oso. Allí el dueño del local le dio la oportunidad de cuidar y lavar autos de los clientes.

Antes limpiaba neveras del local, colocaba hielo o hacía mandados.

Nos sentamos en la terraza del bar. El sol agoniza detrás de los edificios.Las personas que pasan y lo conocen lo saludan. El responde con un ‘hola'.

-¿Puedo fumar?

Saca un cigarrillo. Cruza las piernas y continúa su historia.

-Me gano la vida lavando y cuidando carros y soy guía turístico- dice Guillermo.

A veces ayuda a los viajeros qué preguntan dónde queda tal hotel o tal lugar, pues domina cinco idiomas: francés, italiano, portugués, inglés y ruso.

Aún falta mucho para las tres de la madrugada, hora en que termina su jornada y regresa a Curundú, donde una amiga le brinda un rincón de su cuarto.

-Cada día es un reto- dice Guillermo con tristeza. La noche avanza sobre una ciudad pintada de neón.

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Datos

VIDA

Hijos : Guillermo tiene dos hijos, un varón y una mujer

Drogas 23 años estuvo luchando contra las drogas y estuvo internado 10 días en Hogares Crea, un centro de rehabilitación.

Sentimiento: La lesión que sufrió en la espalda y que lo dejó con problemas de movilidad en las piernas, lo acercó a su mamá y a su familia.