Al Sprague: El maestro que pintó el alma de Panamá

La obra del artista estaba anclada en el Canal y su gente
  • miércoles 07 de mayo de 2025 - 12:00 AM

Cuando se escribe de artistas cuya obra ha trascendido la estética para convertirse en testimonio visual de un país, el nombre de Al Sprague se impone con legitimidad.

Sprague, hijo del cruce entre lo norteamericano y lo caribeño, representó la mirada del “zonian” (término que designa a los habitantes de la antigua Zona del Canal) que creció contemplando el tránsito de buques, las selvas frondosas y las danzas del interior panameño.

Desde joven sintió fascinación por la plástica como medio de expresión, lo que lo llevó a estudiar arte en la American University en Washington D. C., donde culminó una maestría en 1965 con una tesis que ya anunciaba una de sus obsesiones: la relación entre figura y fondo en la pintura figurativa.

Nacido en 1938 en la ciudad de Colón, de padres neoyorquinos, y criado en la antigua Zona del Canal, Sprague no solo encarnó la figura del creador entre dos mundos, sino también la del observador profundo que convirtió su amor por Panamá en un proyecto de vida. Su legado artístico constituye un archivo emocional y social que, más allá de los lienzos, deja una huella indeleble en la identidad visual del istmo.

Su retorno a Panamá marcó el inicio de una doble vocación: la de pintor y la de educador. Por años enseñó en colegios de la Zona del Canal y en el Panamá Canal College, formando a generaciones con el mismo rigor y sensibilidad que aplicaba en su obra. Su carrera, sin embargo, siempre estuvo anclada a un mismo territorio simbólico: Panamá y sus múltiples rostros.

La obra de Sprague es reconocible por su fidelidad a la figura humana, su composición armónica y un manejo refinado de la luz y el color. Trabajó en una amplia gama de técnicas como el óleo, acrílico, acuarela, grabado, plumilla y escultura en bronce, lo que le permitió desarrollar una versatilidad expresiva poco común. Sin embargo, más allá de lo técnico, su fuerza reside en el lirismo que impregna cada trazo.

Su pintura fluye entre el realismo costumbrista y un lirismo visual, donde la escena retratada (una mujer bailando con pollera, un pescador en su panga, una vendedora ambulante o un grupo de niños jugando) adquiere una atmósfera de plenitud silenciosa. No hay en su obra una búsqueda de dramatismo, sino de celebración: del cuerpo, del gesto, de lo simple, de lo vivo.

Sprague captó como pocos artistas el movimiento: sus empolleradas flotaban en el espacio como si el viento tropical las llevara de la mano. Las aguas del Canal, las selvas del Darién o los pueblos del interior panameño se convirtieron en paisajes casi míticos, donde la realidad cotidiana se ennobleció bajo su mirada.

Al Sprague fue uno de los pocos artistas que dedicó buena parte de su carrera a retratar el Canal de Panamá y su entorno humano. En un país donde el arte suele mirar hacia el exterior o refugiarse en la abstracción, su enfoque fue audaz: pintar lo cercano, lo nuestro, lo común. Gracias a su obra, se ha inmortalizado la vida de los raspaderos, los marinos de Las Perlas, las mujeres de Bayano, los rituales festivos y la interacción cotidiana con la naturaleza.