- martes 17 de enero de 2023 - 12:00 AM
Aquella noche del 13 de enero de 2006, venía en el bus hacia La Chorrera, y a la altura de Loma Cová, la radio interrumpió la programación: ‘Músicos de La Chorrera han tenido un accidente y hay muertos'.
No sé, pero se me vino a la mente, Califa, y rogaba que no fuese él.
Al transcurrir 17 años de su partida al más allá, hago un breve recuerdo de quien mantuve una amistad después de 1998, a mi regreso a La Chorrera, donde el tema era su inquietud porque se mantuviese vigente la cumbia chorrerana.
De su infancia, me diría: ‘Nunca quise estudiar, y mi papá siempre me decía, algún día te arrepentirás y te acordarás de mí', y así fue.
‘Cuando obtuve el primer empleo, fue en la ex Zona del Canal, y ese día estaba arriba del techo, bajo un fuerte sol. Miré hacia arriba, y con las dos manos en alto, dije: Padre mío, mira dónde estoy por no hacerte caso'.
Estuve todos los días en la casa de la viuda de Ñato, al igual que cientos de panameños y extranjeros que guardaron vigilia, en el más grande tributo que una nación le haya brindado a sus hijos.
Durante la misa solemne en el estadio Matuna, prácticamente fue un funeral de Estado.
Monseñor Dimas Cedeño, en persona, presidió los oficios fúnebres.
La grandeza de Ñato quedó plasmada cuando al final de la misa, monseñor Dimas mencionó que faltaba algo que leer.
¡Una carta del Papa, que no recuerdo el texto! Hasta allá llegó Ñato.
La cumbia chorrerana resonó hasta el más allá, con el permiso de Korsi.
Recientemente, fui al cementerio, y al ver su tumba, sentí el resonar de la cumbia chorrerana, mientras Chía canta Julia, Julia, pela la yuca. Y, definitivamente, la cumbia chorrerana no ha muerto, porque mientras Chía y Ñato estén en los corazones de los que los recuerdan, hay cumbia para la eternidad.
¡Aún siento tu presencia, Chía y Ñato!