- viernes 05 de julio de 2024 - 2:15 PM
Un testarazo de Mikel Merino en el minuto 119, directo a los momentos de mayor gloria de la historia de la selección española, derribó el muro del anfitrión con épica, cuando todo estaba en su contra y asomaban los penaltis, tras ser igualada en el minuto 89 por el empuje alemán, después de cambiar su identidad por la resistencia antes de provocar el adiós al fútbol de Toni Kroos.
España no tiene techo y salió ilesa del partido de mayor sufrimiento en el torneo para ganarse el máximo respeto del mundo del fútbol tumbando al anfitrión. Con un peaje caro para semifinales entre lesiones y sanciones. Amparada en su juego atrevido de inicio, sufriendo siendo dominada pero jamás tumbada en el segundo acto, con un físico que le acabó impulsando al éxito en la prórroga y ese factor fortuna tan necesario en la máxima igualdad.
El destino futbolístico, tan caprichoso, emparejó en cuartos a las dos selecciones que mejor fútbol exhibieron en la Eurocopa. Una ‘final anticipada’ como se definió en Alemania, donde se sintió el respeto que vuelve a provocar España en los rivales. Por grandes que sean. La vara de medir no podía ser de mayor exigencia para un grupo joven -25 años de media- que compite derrochando confianza en sí mismos.
La herencia de aquella generación de oro que destrozó barreras a la actual, que compitió con grandeza cuando otros empequeñecen y superó el gran reto de tumbar a Alemania ante su afición. Un duelo futbolístico con grandes similitudes. Equipos valientes, intensos, con jerarquía en la medular y potencial en las bandas, que castigan al rival cuando tienen espacios. Encontrar el equilibrio entre el temor y la valentía sería un impulso al éxito.
Y si algo ha caracterizado a España en la Eurocopa 2024 fue su descaro. El que provocó que lejos de temer el arranque de furia alemán ante su afición, dejase un primer aviso a los 52 segundos. La aparición de Nico Williams, la descarga de Morata y el disparo seco de Pedri que sacó Neuer.
A España le faltó oficio para saber cerrar el partido, expuesta sin balón, castigada en el momento más doloroso, en el minuto 89, cuando el enésimo salto perdido de Cucurella a un centro al área, lo ganó Kimmich y encontró la calidad de Wirtz para enganchar a bote pronto un disparo que besó la madera antes de premiar el esfuerzo en la red.
Prórroga
España debía buscar la proeza en la prórroga sin la identidad con la que enamoró en la Eurocopa. Sin sus extremos descarados, cuando De la Fuente había introducido contención con Mikel Merino, a Ferran y Oyarzabal como nuevas amenazas. Aunque el respiro alemán en el primer acto de la prórroga permitió volver a crecer a España. Cuando el infarto en la grada cambiaba de bando si el disparo acariciando la madera era con de Oyarzabal o de Wirtz.
El desgaste físico grandioso de Alemania para alcanzar el nivel que le exigió España le pasó factura. Y cualquier queja arbitral española se enterraba cuando el colegiado inglés no interpretó como penalti una mano despegada del cuerpo de ‘Cucu’ que cortó el disparo de un desaparecido Musiala.
Fue cuando resucitó Dani Olmo para poner un balón de oro, suave, al salto con potencia de Mikel Merino y un testarazo repleto de gloria. España le había devuelto la moneda a su rival. En el último minuto. Después de un paradón de Unai Simón a Füllkrug y un nuevo intento del gigantón alemán sin éxito. Era el final más doloroso de Kroos, leyenda eterna, ante su gente, cediendo ante una España sin techo.