- miércoles 21 de diciembre de 2016 - 12:00 AM
OBSEQUIOS
La imagen más habitual en la mañana de Navidad es la de los pequeños abriendo un paquete tras otro. Una escena que suele repetirse en casa de los abuelos o de los tíos.
Pero hay ocasiones en las que se pasan y dejan a algunos niños un verdadero arsenal de juguetes. Sin embargo, psicólogos y pedagogos lo tienen claro: la abundancia de regalos no es favorable para los niños.
Al darles todo lo que piden, se vuelven inmaduros e insaciables. A la larga, se convertirán en adultos insatisfechos, para los que nada será suficiente.
La primera consecuencia que tiene estar colmado de regalos es que el niño no puede atenderlos a todos, le creamos una cierta dispersión y es imposible que juegue con todo. En el peor de los casos, si esto se vuelve una costumbre, se pierde la emoción y el encanto de recibir un presente.
También es frecuente que a los Reyes Magos se les vaya la mano con el valor de lo regalado.
Por otro lado, cuando son muy caros o desproporcionados para su edad, anestesian a los niños en valores como la austeridad.
Soluciones
Los padres son quienes deben poner límites al número de juguetes que van a recibir sus hijos, teniendo en cuenta lo que es necesario, coherente y prioritario. Además, antes de pensar en qué nos haría ilusión a nosotros, hay que tener en cuenta qué es lo que el niño necesita y qué juguete va a despertar sus habilidades cognitivas, sociales o motrices.
Una buena estrategia es dosificar esos juguetes a lo largo del tiempo. Se puede guardar parte de los regalos e irlos sacando cuando el niño le haya dado todo el uso a los juguetes que tiene.
La segunda opción es despertar en el niño el deseo de compartir. Si él niño recibe por ejemplo seis regalos, ¿por qué no le planteamos si quiere donar uno para otro niño que no tenga? Lo haga o no, por lo menos conseguiremos que piense sobre ello.