- lunes 31 de marzo de 2014 - 12:00 AM
Joaquín creía que por darle calorcito a una grande de la empresa nunca lo alcanzaría la escoba. Siempre llegaba tarde o se iba más temprano, amparado en los suspiros que le sacaba a la doñita en un hotelito que ella misma pagaba. Cuando hubo cambio de mando mayor los nervios atacaron a muchos, menos a él, que decía a bocajarro: ‘Yo tengo un seguro bien seguro contra eso, para que me boten a mí tendría que caer nieve en Azuero’. Gracias a ese contacto se enteraba de algunos asuntos de la empresa, por lo que, para disfrutar viendo a sus compañeros preocupados, difundió el rumor de que venía una botadera grande. ‘Esta quincena se va un bonchao, en la otra el doble y así hasta cambiar todo el personal, menos yo’, repetía de puesto en puesto mientras revolvía una tacita de café con leche. ‘¿Y tú, cómo sabes?’, le preguntaban algunas, nerviosas por su chambita. ‘Bueno, tú sabes que este negro come pulpa blanca y de calidad’, decía y sonreía. Muchos, al oírlo, soltaron su desayuno y se entregaron a la preocupación. Otros dejaron sus labores y preguntaron quiénes se irían en el primer bonchao. ‘Yo creo que los van a escoger al azar. ‘Ponen los nombres de todos, menos el mío, en una tómbola y el que sale, ese se va’, dijo Joaquín y los oyentes soltaron una carcajada que alivió el ambiente, pero no duró mucho, porque Isis, la que siempre andaba pidiendo un minuto prestado, le dijo: ‘El pan es sagrado, no juegues con eso, Joaquín, además, no creas que a la hora de la hora la vieja te va a amparar’. ‘No sigas durmiendo de ese lado, ella jamás se arriesgaría a quedarse sin este negro, yo soy el que la trabajo en los puntos que el marido tiene olvidados’, dijo Joaquín y enseguida una fula gritó: ‘Cállate, que la botadera va a empezar con los negritos’. El comentario hizo brotar la ira de muchas que se le fueron encima, pero la lengüilarga reafirmó: ‘Claro que van a empezar con los talingos’. Una mano pesada le cayó muy cerca de la cara. La respuesta de la fula fue inmediata y en segundos estaba embolillada con una de piel canela. El combate llevaba rato, la fula tiraba puñetes y la otra también soltaba guante parejo, algunos pedían que las separaran. ‘Déjenlas que se den guante, es la primera vez que veo a dos mujeres peleando por una causa diferente, a diario se enfrascan por un par de huevones’, dijo Joaquín, a quien lo paró uno diciéndole: ‘Te gusta la pelea porque tu prieta va ganando, si no ya las habrías separado’. Ninguno se percató de la llegada de la doñita que andaba con Joaquín. La mujer apañó el comentario y confirmó lo que ya sospechaba, por lo que llamó al gerente, quien la oyó unos segundos, luego miró el improvisado cuadrilátero y calculó los daños. ‘Estás despedido’, le dijo a Joaquín, quien miró a la viejuca buscando apoyo, pero esta salió, altiva e indiferente a su mirada de súplica.