Uno para dos

La sabiduría popular señala que: ‘Nunca digas de esa agua no beberé, porque el camino es largo y te puede dar sed'
  • miércoles 21 de diciembre de 2016 - 12:00 AM

La sabiduría popular señala que: ‘Nunca digas de esa agua no beberé, porque el camino es largo y te puede dar sed'. Bredio, sin que la esposa se lo pidiera, enlistó todas las promesas que en ese momento salían de su frágil corazón, entre ellas, que jamás la traicionaría. Se mantuvo fiel por tres años, mientras, criticaba y se burlaba de los compañeros de trabajo, casi todos, porque tenían amante, razón por la que siempre andaban preocupados y en rojo las cuentas.

Pero apareció Giana y se prendó de ella, quien era calculadora y estaba clarita en que no podía sola con los gastos, por lo que lo aceptó como amante y empezó a sangrarlo. ‘Te toca lo de mi cena de Navidad', le dijo una tarde en la que se metieron a un hotel barato. Aquel sacó el único billetito de veinte que tenía en la cartera y cuyo destino era cualquier urgencia familiar y se lo dio. La mujer lo aceptó y siguió en la faena, porque era ardiente de nacimiento y le gustaba hacerlo con Bredio.

Dos días después, le comunicó que solo le faltaba el jamón para completar la cena de Navidad. El hombre se quitó la gorra, se rascó la cabeza hasta hacer sangrar el cuero cabelludo y le dijo preocupado que no tenía ni medio real y que ya el décimo y la quincena los había gastado. ‘Eso es tu problema, pero a mí me consigues ese jamón lo más pronto posible', advirtió ella y lo dejó solo, alejándose con ese ritmo en las caderas que enloqueció a Bredio desde el primer día. ‘Ni siquiera el de mi casa he comprado', le gritó, y ella respondió: ‘Eso es problema de ella, que se lo aguanta, pero yo no'. Al día siguiente, Bredio madrugó para la venta de jamones en la feria libre, pero por más que empujó y peleó no consiguió ni uno. Fue a la salida que se encontró con un funcionario vivazo que le revendió uno, más caro, claro, pero le tocó respaldar la corrupción para quedar bien con su amante.

El jamón no pudo llegar a su destino, porque se formó un revolcón en un bus y la extremidad del puerco pasó a otras manos, de manera que Bredio quedó nuevamente en cero. No tenía jamón ni para su esposa ni para su amante. Le tocó sonar la puerta del despacho del gerente para plantearle su situación. El hombre lo atendió, pero antes le preguntó qué había hecho con el décimo. ‘Lo debía todo, jefe', le dijo Bredio, y aquel lo reprendió: Es que usted no sabe que el décimo de diciembre es para comprar la cena navideña y algo de ropa nueva para que no lo agarre el año con los mismos trapitos. El necesitado le explicó que su gente de El Chirriscazo había perdido todos los animales por el desborde de los ríos y que le había tocado a él mandarles un jamón para que no pasaran la Nochebuena comiendo arroz con guineo. ‘Y como les mandé el jamón de la casa, mi esposa está disgustada y me exige que le compre otro', agregó Bredio.

‘No se preocupe, que yo resuelvo', anunció el mandamás, y a media tarde le mandó a comprar un jamón gigante. Un compañero le aconsejó que lo partiera en dos y le llevara la mitad a cada mujer. Bredio opinó que eso disgustaría a las dos, pero aquel insistió:

‘Usted es el que manda, no joda, y si lo aceptan bien y si no, póngale rostro, para que aprendan', aseguró el hombre que ayudó a Bredio a partir el jamón. La amante recibió su mitad sin problemas, pero la esposa no se creyó el cuento de que la otra mitad se la había dado a un compañero, y lo mandó para el mismo carajo con su medio jamón. ‘Te vas ya y no vuelvas hasta que no traigas un jamón entero', le advirtió y tuvo Bredio que pararse como Piñango para conseguir dinero y comprar un jamón enterecito.

Últimos Videos
comments powered by Disqus