No tiene dueño
- lunes 02 de enero de 2017 - 12:00 AM
Las mujeres son caprichosas. Lo que antes las enloquecía de placer ahora les parece aburrido y hasta ridículo. Al principio, a Noemí le gustaba que Roque, su marido, se tomara unas pintas y luego la tumbara en la cama hasta el amanecer. Dale y dale.
Esa pasión se acabó pronto y ahora se enfadaba cada sábado porque Roque llegaba pinteado al hogar y quería darle materile de una vez. El mal se fue agravando y la pareja estuvo a mitad de año en andanzas de separación de cuerpo, pero Roque se paró firme y le dijo, con dolor en su alma, adiós para siempre a la pinta. Fue ese el reinicio de los tiempos buenos, según contaba él, pero la realidad era que Noemí no estaba tan segura de querer pasar el resto de su vida al lado de Roque, quien se molía la vida en la construcción para tenerle de todo en la casa. ‘Quiero que vivas como una reina', le decía él cada sábado que le ponía el fajo de billetes producto del trabajo de la semana. La bella tomaba el dinero y pensaba ‘seré la reina infeliz o la reina triste'.
Ese era el día a día de la pareja, y así mismo los agarró el fin de año. Era Noemí la que tenía el jamón más grande e igual ocurría con el pavo, la casa más alumbrada y los vestidos más caros, pero nada de eso la llenaba. Su marido le pidió permiso para tomarse unas cuantas pintitas, y ella le contestó ‘tómate las que quieras'. Y el hombre se descontó las no consumidas en todo el año. Algunos aseguraron después del incidente que mandó a la historia el matrimonio, que se tomó más de 400 cervezas, pero que como tenía un hígado cachimbón, le dio la vuelta a la barriada felicitando a los vecinos y regresó a acostarse a las cinco, cuando ya rayaba el alba. A esa hora de mayor frío y cama sabrosa despertó a Noemí y le pidió saladito, que ella negó porque él estaba borracho.
En el colmo del más pendejo, Roque preguntó ‘pero más tarde, cuando ya no esté borracho, o sea, cuando duerma la juma, si me lo darás, ¿verdad?'. Ella contestó que sí, con la cabeza, y fingió dormirse, pero Roque estaba alterado por las pintas y empezó a manoseársela mientras le preguntaba meloso ‘¿de quién es esta totita?'. Diez veces repitió la pregunta mientras apretaba la cuca de su mujer, primero con suavidad, pero fue aumentando la presión hasta que Noemí se viró y le gritó a quemarropa ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡NO TIENE DUEÑO!!!!!!!!!!
La dinamita de la respuesta le apagó por completo la borrachera y se llenó de coraje para gritarle a su mujer mientras la jamaqueaba ‘cómo que no tiene dueño'. Noemí no se aculilló ni por los gritos ni por las sacudidas, tranquila le repitió ‘así mismo es, no tiene dueño'. La confirmación de que la totita que él creía suya no tenía dueño lo enloqueció y le gritó ‘y qué coño pinto yo aquí, un maricón, un don nadie, o es que tienes otro, háblame claro, cómo que ahora no tiene dueño'.
Nunca se supo qué fue a hacer él a la cocina, pero Noemí dijo después en la corregiduría que lo oyó rebuscando en la vasija de los cubiertos, y que luego la amenazó con un arma blanca. Nadie pudo confirmar esto, y como Roque se mantuvo callado durante todo el proceso, desde el momento que llegaron los padres y los hermanos de ella acompañados de varios policías, solo pudo contarse la versión de Noemí, quien desde ese día pidió que lo sacaran de la casa porque representaba un peligro para su vida. ‘El que calla, otorga', anunció el corregidor y le ordenó a Roque salir de la vivienda enseguida y en presencia de varios policías. Así pasa cuando a uno ya no lo quieren, cualquier excusa es válida para mandarnos al carajo, sin considerar cuánto nos hayamos sacrificado por ellas.