Tatuada

Cuando a un hombre se le mete entre ceja y ceja tirarse a una mujer, póngale la firma, porque lo consigue o pierde la paz
  • miércoles 06 de julio de 2016 - 12:00 AM

Cuando a un hombre se le mete entre ceja y ceja tirarse a una mujer, póngale la firma, porque lo consigue o pierde la paz. A Nicasio le gustó la compañera cuando la vio degustando un barquillo de tres leches, al cual le pasaba la lengua en diferentes direcciones, a veces se detenía en la base, otras en la cabecita, donde se quedaba un rato dándole lengüetazos que a él le alborotaron el vientre y ya no pensó más que en estar con ella aunque tuviera que faltar a su filosofía de no soltar plata por cuca.

‘Esa guial debe estar bien cotizada, porque tiene un trasero de primer mundo, unas tetonzonas que a leguas se ve que son legítimas, mucha mujer, el talento se le desborda', le advirtieron los compañeros a quienes les contó que su sueño dorado era estar con la bella Simona, quien a pesar de sus atributos no tenía carro, por lo que le tocaba transportarse en el tren de los pobres. La vio caminando apresurada hacia la estación y se atrevió a invitarla a subir, pero aquella exigió que también les diera el bote a las compañeras, entre ellas Celeste, de quien se rumoraba que le gustaban las cucas. Se acomodaron todas en el carrito de Nicasio, y esto se repitió por varias tardes hasta que él decidió no llevarlas más porque su objetivo era iniciar las conversaciones con Simona para luego disfrutársela, pero con tanta gente metida en el carro no podía ni insinuarle que se inundaba todas las noches en nombre de ella.

La vida le sonrió al mejor estilo cuando se la encontró sola camino al baño de damas. En esos segundos le pasaron por la mente mil ideas, como entrar con ella y ahí mismo ponerla a probarle su arte y a que le diera cátedra de cómo se come un barquillo, hasta pensó en aflojarse su ropa para ir directo al acto, estaba en esos pensamientos cuando vio venir a uno de los jefes y solo pudo saludar a Simona. Estaba afuera esperándola para decirle algo, pero apareció otro mandamás y le gritó: ‘Y, qué, señor Pinzón, ahora es celador de los baños'. Tuvo que retirarse con ganas de meterle mano al cuello del viejo y gritándole en silencio ‘viejo del carajo y mamón, ya ni en tu casa te dan tontón'.

La lluvia le echó una ayudita cuando la vio junto a las amigas en espera de que escampara; le extrañó no ver a Celeste, pero la misma Simona le dijo que estaba en reunión con los jefes y que se iría más tarde. Le pareció a Nicasio que se le abrían las puertas del mismo cielo y se ofreció a llevar a todas las compañeras a la casa, y de último llevaría a Simona, quien vivía en la misma dirección que él. ‘Debe ser muy rico entrar a ese lugar así bajo la lluvia', dijo ella de repente y señaló un local de esos que ofrecen un cuarto para ser feliz por un rato. Nicasio tuvo que cubrirse porque por encima de su pantalón se le notaba la desesperación, y sin decirle nada, dobló con rumbo a internarse con Simona en el cuartito refrigerado. Llegó al borde de un colapso, y la tumbó en la cama y con furia tierna la desvistió a millón mientras la bella lo mordisqueaba eróticamente por donde podía…

El mundo se le vino encima cargado de desencanto cuando descubrió que entre los senos de Simona había un tatuaje: Celeste, decía el garabato. Casi enseguida descubrió que el tatuaje se repetía encima de la vulva, la volteó lleno de rabia para aunque sea aca riciarla por allá, pero también estaban los glúteos coronados en toda su dimensión con el nombrecito de la amiga. No pudo hacerle nada. La mandó a vestirse y le dijo secamente: ‘No puedo cogerme a una mujer que lo haga con otra mujer'. Salieron callados, a Nicasio le entró una amargura que no se le quitó en mucho tiempo.

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Arte: Dos lamidas a la base y cinco lengüetazos a la cabecita.

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Desilusión: ¿Por qué un tatuaje con nombre de mujer?

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