Talionazo
- jueves 03 de noviembre de 2016 - 12:00 AM
Como siempre, Arnulfo llegó de madrugada a la casa. Entró con las manos en la cabeza pensando que Sandra estaba, como siempre, detrás de la puerta, aferrada al palo de escoba, para reclamarle entre escobazos y llanto su ausencia de toda la noche. Pero atravesó el pasillo y no encontró a la supuesta atacante. Sintió terror de que de alguna esquina le saliera Sandra con alguna bacinilla repleta de quien sabe cuántas porquerías, tal como hizo hace muchos años la vecina, quien empezó a guardar líquidos del cuerpo en un cubo y apenas entró el marido, tres días después, lo baño de pie a cabeza con la maloliente sustancia. El impacto del orín fétido le causó tal impresión al hombre que huyó dando alaridos y diciendo: Me echó agua caliente, me quemó, ay, diosito, ayúdame. Pero los caritativos vecinos lo agarraron y tras revisarlo se dieron cuenta de que no estaba quemado, pero sí hediondo, por lo que lo bañaron y lo devolvieron a su hogar. El hombre se avergonzó tanto que jamás ha vuelto a quedarse a dormir donde no debe.
Ahora, recordando al vecino, Arnulfo se puso las manos en la cara, para que el baño hediondo no le cayera en los ojos y lo dejara ciego. Avanzó con el rostro tapado hasta que calculó que estaba en la alcoba. Fue cuando sintió el perfume de su mujer y se llenó de coraje para quitarse las manos de la cara. La vio vestida para salir. Extrañado, pensando que aquella todavía estaba de vacaciones, le preguntó adónde iba. ‘Voy a la playa con unas amigas, hasta luego, vengo tarde, no tengo idea a qué hora', le dijo serena la bella esposa.
Totalmente descompuesto, Arnulfo le gritó: Un momento, Sandra, cómo es eso que tú te vas para la playa y cuándo te di permiso para irte a la playa…'. Se calló cuando oyó el ruido de un auto y se percató de que ya su mujer había salido, que estaba hablando solo, como el más payaso de los payasos. Y fue en ese momento que recordó que Sandra llevaba semanas saliendo todos los sábados, siempre con la excusa de que se iba para el centro comercial nuevo a comprar, pero siempre llegaba sin una bolsita que justificara las horas que pasaba en ese lugar. Le entró un miedo tan grande de que su mujer tuviera otro que se sentó a pensar qué hacer. Llamó a un amigo y este le aconsejó que la siguiera y de encontrarla en algo le diera puñete para que aprendiera que el marido se respeta. Llegó al mediodía a la playa. No la vio por ningún lado. Les preguntó a unos bañistas, quienes le señalaron para allá, donde estaba un carro estacionado. Allá llegó y le entró al carro a patadas. Enseguida vinieron los dueños y casi lo linchan. Los vigilantes del orden lo auxiliaron y luego lo sacaron del lugar a empujones. Ya afuera, se le ocurrió llamar a Sandra, quien le dijo que estaba en el trabajo. ¿Y no que ibas para la playa?, le preguntó.
Ah, eso era broma, cómo voy a ir para la playa en tacones, le contestó ella, pero no regresó a la casa a la hora de costumbre, se fue por ahí a hacer tiempo para llegar más tarde. Regresó a las once de la noche, cuando ya Arnulfo estaba con los nervios de punta, pensando que ella estaba repartiéndolo a diestra y siniestra. Le dio tanta alegría verla llena de cartuchos que se echó a llorar y le pidió perdón por haber pensado mal de ella, y le prometió no volver a quedarse en la calle. Solemnemente le dijo: Llegar a la casa de madrugada o quedarme a dormir afuera es cosa del pasado, pura historia nada más, acabo de comprender que honrar a la Patria no es solo adornar la casa, ir a ver desfiles o comprarme ropa de los colores de la Bandera, también vale cuidar el hogar y la familia, eso sí es hacer Patria.