Suicida

Cuando una infeliz me bajó a mi marido, yo enfrenté el golpe, y como el ave Fénix me levanté del profundo abismo
  • martes 03 de mayo de 2016 - 12:00 AM

Cuando una infeliz me bajó a mi marido, yo enfrenté el golpe, y como el ave Fénix me levanté del profundo abismo adonde me mandaron mi ex y su nuevo y amor. Tras la dura etapa de la desolación que invade a todo aquel que lo dejan, me abrí nuevamente a la ilusión y, como estoy buenona, pronto hubo varios dispuestos a conversar conmigo, uno de ellos fue Oriel, quizás cinco años más joven que yo, y a quien le hablé sin pepitas en la lengua: ‘No quiero ninguna relación de asiento, tú en tu casa y yo en la mía, eso sí, exijo y doy fidelidad, juntos pero separados'.

No sé si el bellaco no entendió o qué, pero pronto empezó a reclamarme porque yo no lo dejaba entrar a mi casa o porque no me quedaba toda la noche con él en los hoteles o porque, a veces, no le contestaba el celular. ‘Es que me llamas a cada minuto y quieres quedarte pegado en el teléfono horas y horas, y yo tengo mis quehaceres', le dije amablemente, pero Oriel no entendió y me amenazó con dejarme.

‘Déjame ya, si quieres, pero noviazgo de adolescentes no puedo tener yo, y si no te gusta, camina', le dije cuando se me presentó sin avisar a la casa y me mostró en su celular una lista larga de mujeres que lo enamoraban y que se morían por andar con él.

Contrario a lo que Oriel esperaba, yo no me puse celosa, porque la vida me dio una lección de mucho valor, ‘los celos son señal de debilidad y por mucho que celemos no vamos a impedir lo que ya el destino tiene trazado'. ‘Coge camino, pelaíto', fue mi respuesta. El desagrado de mi marchante brotó instantáneo y me insultó y sacó en cara algunos apoyos económicos que por voluntad propia me había dado, y hasta dijo que ‘gracias a su plata yo ahora comía mejor y mi casa estaba decente', eso me puso histérica y lo hice salir de mi techo a la fuerza.

No me llamó en toda la noche, por lo que yo me sentí, más que triste, aliviada; con ese ánimo me levanté temprano y subí a la plaza a comprar mis numeritos. Apenas llegué noté que la gente me miraba y bajaba la voz o se callaba cuando yo me acercaba, pero no les hice caso y me paré en la fila de la vendedora de casagrande. Tendría medio minuto de estar allí cuando sentí que me halaban mi cola de caballo, no me había repuesto de la sorpresa cuando me empujaron y praprapra dos golpes en la espalda. Caí, y ya en el suelo vi a mi agresora, la mamá de Oriel que me reclamaba que su hijo estuvo a punto de suicidarse por mi causa. Nos enredamos en una pelea descomunal, ella me daba uno y yo le mandaba la copia inmediata, todo esto sin dejar de acusarme falsamente de que yo había ilusionado al hijo con mi coqueteo diario, y que ahora que lo tenía enamorado quería dejarlo. Yo no intenté defenderme, porque aprovechaba cuando ella gritaba para duplicarle mis golpes y recortar la ventaja. La doña parecía no entender que el que habla y pega lleva las de perder, porque la mente no puede con dos actividades tan diferentes al mismo tiempo. Logré empujarla y me le fui arriba, y aunque ella se defendió de lo lindo metiéndome sus uñas en las costillas, le vi los ojos y allí traté de trabajarla hasta que los mirones se metieron y me la quitaron, temerosos de que yo le sacara las dos lámparas. Nos llevaron a la corregiduría y allí la favorecieron a ella. ‘Solo le dije que no me ilusionara a mi hijo', argumentó la vieja, y le creyeron. Nadie me creyó que ella llegó y me atacó sin razón. Tuve que vender mi casa para salir libre, pero jamás volveré con Oriel, quien me manda recaditos para advertirme que se suicidará pronto si sigo indiferente con él.

==========

Bravuconadas: Hay mil con ganas de que me las tire.

==========

Mamita: Si no lo quieres, ¿por qué lo sonsacas?

comments powered by Disqus