Solo Nona
- domingo 01 de febrero de 2015 - 12:00 AM
Apenas le vieron los primeros botoncitos pectorales empezaron a decirle a la madre que debía cuidarla mucho porque el rejo masculino siempre se inclina por la piel fresca. ‘A mí nadie tiene que darme consejos, yo sé cómo cuidar a mi hija, ella se casará señorita, y señorita de verdad, ni de segunda ni de tercera’, decía Luris, la mamá de Virginia, quien de la noche a la mañana se dio una estirada que alarmó a la madre y puso enseguida las normas que en adelante prevalecerían en la casa: Ni a la tienda sola, le dijo a la muchacha. Fueron en vano los ruegos de Virginia, que tuvo que abandonar las idas al río y las salidas en la noche a conversar con las amistades. Si yo puedo acompañarte vas, si no, olvídalo, mi hijita, usted, con mi supervisión, tiene que cuidad su honra, alegaba la madre, por lo que en el vecindario le apodaron a la chica Virgi-nona; lo pronunciaban separado virgi, porque de seguro era la única señorita del sector, y nona porque era alta y delgada. ‘Hay que proteger y defender a capa y espada lo que después de roto ya pierde su valor’, le decía Luris a la hija antes de desayunar, de almorzar y de cenar. Se lo repetía también luego de darle el besito de buenas noches y le agregaba al oído: después de un cogío no vale un cosío. La apertura de una carretera en la región llenó las calles del pueblo de forasteros ávidos de sexo. Las mujeres de toda condición civil andaban inquietas por la presencia de los trabajadores del proyecto vial, a quienes empezaron a llamar los carreteros. Había de todas las edades, colores y tamaños, unos parlanchines y otros de pocas palabras, pero eso sí, según ellos, todos solteritos y en busca de la mujer de sus sueños.
Fue por esos días de efervescencia que empezaron a repartir las tarjetas para el cumpleaños de la hija del único pueblerino que no era agricultor, sino ganadero. El hombre anunció que le haría una fiesta histórica a su muchacha y le dio tarjeta a todo el mundo, incluidas Virgi-nona y Luris, quien desde el principio dijo que ella no iría a la fiesta por unos achaques en las rodillas. Muchos empezaron a sentir compasión por Virgi-nona, quien de seguro se perdería la pachanga, porque la madre no la dejaría ir sola, menos ahora que había tanto hombre goloso en el pueblo, pero se quedaron con la boca abierta cuando oyeron a Luris decir. ‘Virgi-nona va sola al cumpleaños, ya la aleccioné bien para que sepa cuidarse y sacarle la mano a cualquier liso que quiera propasarse’. Y, en efecto, la pelá llegó sola a la fiesta. Algunos dijeron después que Luris no estaba mala de las rodillas, sino que quería quedarse sola para recibir a sus anchas a un mayuyón de la compañía constructora de la nueva vía. Se rumoró también que de seguro la pondrían a hincar rodilla y quién sabe a cuántas cosas más. En estos comentarios se entretuvieron los que le prometieron a Luris cuidar a su hija. Ninguno de los vigilantes se percató de la desaparición de Virgi-nona, quien aprovechó un descuido de ellos y entre paso y paso se metió en el bonchao que bailaba y salió por la otra esquina del brazo de un carretero. Regresó a su hogar al amanecer, justo cuando de su casa salía el caballero que había puesto a Luris a experimentar emociones olvidadas. El inesperado encuentro avergonzó a la madre, que nerviosa le dijo a la hija ¡¡¡llegaste, Virgi-nona!!!
Quítale el virgi, mamá, desde hoy Nona, solo Nona, alegó Virgi-nona, y Luris se quedó callada y convencida de que era ella la única culpable de que su hija hubiera perdido la virginidad.