Sin arrugas

Bien lo dice la sabiduría popular: La plata no es vieja ni fea ni tiene arrugas ni hiede. 
  • sábado 19 de noviembre de 2016 - 12:00 AM

Bien lo dice la sabiduría popular: La plata no es vieja ni fea ni tiene arrugas ni hiede. Cuando una de las acreedoras paró a Leticia, ella supo enseguida que tendría que dárselo a cualquiera de los viejos que la pretendían. Alguno soltaría el chenchén que ella necesitaba. ‘Ahora hay que analizar quién es el viejuco con más posibilidades de resolver', le dijo la amiguita, y empezaron a anotar nombres. El mayuyón más necio era Alcides, quien nunca ocultaba las ganas que le tenía a Leticia, pero lo borraron enseguida, porque ya se sabía por ahí que debía un dineral gastado en la reciente boda de la hija; luego fueron anotando otros nombres, que al rato quitaban, algunos porque no ganaban mucho, otros porque le tenían miedo a la esposa, y eso era indicativo de que preferirían seguir suspirando por Leticia antes que arriesgarse a que los pillaran. Cuando ya solo quedaban dos nombres, llegó Blas y preguntó los porqués del listado.

Leticia le dijo que el jefe de recursos humanos le había ordenado que elaborara una lista de los empleados con el bolsillo más quebrado para comprarles pavo y jamón para las cenas de fin de año. El hombre pareció satisfecho con la respuesta y comentó: ‘Ya era hora que ese hp se bajara del bus, nunca se acuerda de que nosotros también tenemos derecho a comer pavo y jamón, anótenme a mí'. Y se retiró cuando vio que la mano ensortijada de Leticia anotó con su caligrafía deforme Blas Pinto Carrera. ‘No le digas a nadie de esta lista', le advirtió; el enlistado pasó la mañana completa luchando con las ganas de echarles el cuento a los compañeros, pero se las aguantaba para no arriesgarse a que lo borraran por bocón. Fue al mediodía que no pudo más, sobre todo al ver a Nicomedes, el compañero cuya esposa recién había tenido mellizos. Consideró que era justo meterlo en la colada de los pavos y los jamones porque de seguro el hombre estaba con la cartera pelada. ‘Ven acá, ‘Nico', que quiero decirte algo en confianza', le dijo, y el otro atendió el llamado. Apenas supo lo de la lista se llenó de alegría y le preguntó a Blas con quién había que anotarse. El emisor de tan grata noticia hizo un gesto que Nicomedes entendió de inmediato. ‘Con la tetonzona', exclamó en voz baja. ‘Con esa misma, con la hembrona esa', afirmó Blas, y agregó: No le digas a nadie esto de la lista de los pavos y los jamones, ni le digas a ‘Letitetas' que yo te avisé del aguinaldo.

‘Póngame en esa lista, por favor', le pidió Nicomedes a la suculenta Leticia que casi no podía almorzar agobiada por la preocupación. Y como ella ya había olvidado lo dicho a Blas, se llenó de ilusión y pensó que el compañero andaba babeado por las tetas de ella, y le preguntó si estaba dispuesto a cobrar lo que ella pedía por una tarde deliciosa en un hotel frío. Nicomedes no entendió, pero se ruborizó tanto que se perdió enseguida. Mientras, en otros departamentos ya se sabía lo de la lista para los pavos y jamones, porque Blas, que era muy caritativo, había levantado un rápido estudio de los más pobretones, a los que les sugirió que pidieran ser anotados. El supuesto secreto dejó de serlo, porque un liso fue directo a la oficina de recursos humanos a exigir que lo pusieran en la lista, porque ‘soy el empleado más viejo y nunca falto ni llego tarde'. Gilberto, el mandamás de recursos humanos, llegó descompuesto adonde el gerente y lo puso al tanto. El gerente actuó de inmediato y fue llamando a los involucrados en el listado. No tardó en salir el nombre de Leticia como autora de la lista. ‘Está despedida por alterar el orden de la empresa y por calumniarme, jamás he pensado regalarle jamón ni pavo a nadie, para eso pago el décimo, y tu liquidación te la pagaré poco a poco a partir del 2017', le gritó el empresario a ‘Letitetas'.

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