Revelación

Descubrí que también me gustaban las mujeres cuando por accidente le abrí la puerta de un baño público a otra mujer
  • miércoles 06 de abril de 2016 - 12:00 AM

Descubrí que también me gustaban las mujeres cuando por accidente le abrí la puerta de un baño público a otra mujer. La visión de esa cuca blanca y adornada por una montaña castaña me pareció hermosa, y se me quedó grabada en la mente, mortificándome los sentidos. Con ese picor en mis entrañas pasé el resto del día, la imagen me desveló. En la madrugada, mi marido me quitó la ropa interior y se me fue encima, yo, al percibir el olor a su sexo sentí un asco del tamaño del mundo, y la repulsión fue tal que lo empujé y le grité ‘puerco'.

La reacción de él fue inmediata, dos bofetadas a quemarropa me hicieron dar un grito de dolor y me levanté con esa agilidad que da el terror, alcancé la puerta y la abrí con ayuda del mismo diablo, quizás. Fue cuando sentí en mi paladar el sabor inconfundible de la sangre, y descubrí que de la nariz me brotaba ese líquido rojo; entonces, tuve un momento de lucidez y, sin dejar de gritar, me lo unté por toda la cara. Mi primer grito despertó al fiel ‘Sultán', que con sus ladridos atrajo la jauría vecinal. Varios vecinos ya estaban en el patio y se alarmaron cuando me vieron llena de sangre, llorando y gritando desaforada ‘Jairo quiso matarme'.

Los vecinos trataban de ayudarme, pero yo no dejaba que me agarraran. ‘Ninguno de ustedes me toque, Jairo quiere matarme', gritaba yo y corría de un lado a otro, exagerando, lógicamente, el dolor y el miedo para que creyeran mi versión y no la que mi marido trataba de darles a los curiosos. Mi intención era que los policías vinieran y la separación de nosotros se impusiera, porque en mi mente ya solo estaba la visión de la otra mujer que había visto meando esa tarde.

No sé si es que, además de mi venita de lesbiana, también tengo una de actriz, o que de verdad mi exmarido tiene la mano pesada, pero de repente empecé a vomitar y la sangre, que ya casi no me brotaba de la nariz, se desbordó tan potente que los tongos se alarmaron. Una policía me cargó hasta el patrulla y, en ese momento, supe que mi destino había cambiado, me calmé de inmediato en los brazos de la otra y sentí que me humedecía tan solo de sentir sus pezones.

Días después, ya en casa de mis padres, mi exmarido me rogó que habláramos, y yo accedí, pero le advertí que por nada volvería con él, por pegón y le saqué en cara todos los maltratos que me había dado y que yo toleré en nombre de un amor y una pasión que nunca fueron tales.

‘¿Tienes otro?', fue la primera y única pregunta de Jairo en medio de un temblor convulso de rabia o miedo. ‘No', le dije tajante, pero me gusta una mujer desconocida, y le eché el cuento de la gran cuca blanca y pelicastaña que había visto en el baño público. Contrario a lo que pensé, mi ex se echó a llorar como un niño, cuando terminó la crisis me sacudió y me gritó iracundo ‘desgraciada cueca de la v…, ojalá que te encuentres una que te traté a patadas'.

Y se fue, a mí no me dio ni frío ni calor su partida, no tardó en mandarme los papeles del divorcio. Me dejó la casa y luego supe que andaba borracho siempre, malhumorado y peleando con todo el mundo, pero nunca me llamó ni supe que alguna vez dijo que quería reconciliarse conmigo. Tuve que salir a trabajar y allá conocí a Fela, quien se mudó conmigo y entonces comenzó mi calvario, porque era celosa, mandona, grosera, prepotente y ¡tan desgraciada como cualquier hombre', una noche casi me mata porque no le planché su uniforme.

Me tocó a mí misma llamar a la Policía y sacarla a la fuerza. Vendí la casa y dejé el trabajo, porque me amenaza con matarme si no vuelvo con ella. Ahora no sé quiénes son más malos, si los hombres o las mujeres…

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Visión: Gordita, blanca y pelicastaña.

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Dura: No tengo otro, sino otra.

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