Regalo marcado
- jueves 12 de enero de 2017 - 12:00 AM
Bien que les gusta a los casados hacerlo con otra que no sea la esposa, pero cuando llega diciembre se olvidan de comprarle un buen regalito. Augusto pasó agachadito para Día de la Madre y Navidad. Ni un chicle le compró a Solimar, la amante, quien no lo recibió ni le contestó ninguna llamada luego de esas celebraciones.
Aunque Solimar no había vuelto a hablarle, él suponía la causa del alejamiento, y quería contentarla, pero estaba en bancarrota total, no tenía opción con ninguno de los prestamistas conocidos, porque ‘había quedado debiendo en el 2016. Y el vientre rugiéndole, aburrido del manjar hogareño, por lo que le contó su gran problema a una compañera de trabajo, quien le dijo: ‘Yo te puedo hacer algo y me lo pagas en la quincena, unos pañuelos de lujo y le bordo el nombre de ella'. Dos días después, la compañera le trajo una caja primorosamente forrada.
Augusto se fue contento para la casa de la amante, quien se negó a recibirlo. ‘Dice mi tía que ella no está ni hoy ni mañana ni nunca', le comunicó la sobrina de Solimar, y siguió absorta en su celular.
Una hora estuvo parado con la caja del regalo, pero la amante no salió, de manera que tuvo que irse y dejarle el presente con la chiquilla.
Se fue cabizbajo para su casa, pero media hora después notó que un taxi lo seguía. Se llenó de nervios y tomó otra vía, recorrió varias barriadas aledañas a la suya, siempre seguido por el otro vehículo, y ya no tuvo dudas de que era perseguido. Se detuvo unos minutos y el taxi lo rebasó lentamente mientras del asiento trasero salía un brazo femenino que le lanzó con fuerza algo que se estrelló en su vidrio delantero.
El otro auto se perdió enseguida y a tanta velocidad que los residentes se alarmaron y salieron a mirar. Dos vecinas que charlaban en la parte exterior les dijeron ‘de otro carro le tiraron algo y él no se atreve a bajar a recogerlo'. La llamada a las autoridades fue casi inmediata, al igual que la presencia de los policías, que llegaron justo cuando Augusto se bajaba a recoger el bulto, que no era otra cosa que la caja del regalo.
Lo rodearon enseguida y las preguntas le llovieron atropelladas, hasta allí no hubo percance mayor, pero como los policías no permitían que los vecinos se acercaran, a un curioso se le ocurrió grabar y eso encorajinó a Augusto, quien se salió del área acordonada para enfrentarse a mano limpia con el residente.
Augusto, en abierta desobediencia a los policías, seguía enfrascado con el curioso, hasta que los vecinos de aquel también le cayeron al verlo malherido. Tuvieron que intervenir los de la ley, pero solo se llevaron a Augusto, a quien retuvieron hasta la medianoche mientras se le enfriaban las ganas de pelear. Pero se le complicó la vida, porque el curioso, en venganza por el tabique nasal roto por el puño del rival, subió la maltrecha grabación que, por casualidades peligrosas, la vio la esposa de Augusto, quien llegó adonde este estaba guardado. Allá le dieron la información completa y le mostraron la caja del regalo.
Fue el nombre bordado en los pañuelos la zancadilla que tumbó a Augusto, porque su mujer ya sospechaba que este tenía algún enredo con la tal Solimar.
Amaneció con el mundo puesto al revés, y casi sufre un soponcio cuando la compañera le dijo: ‘Ay, Augusto, me da mucho dolor lo que le pasó, créame que lo siento en el alma, pero, por favor, el día del pago no se le olvide darme los ochenta dólares de los pañuelos, ya yo debo esa plata'.