Ponte en línea
- sábado 09 de julio de 2016 - 12:00 AM
Esta es la única regla sin excepción: ‘Todos y toditas cambian apenas inician una nueva relación'. Cambia hasta el que se cree que se las sabe todas o que domina al dedillo el manual de la infidelidad, y ellas, aunque se vuelvan las más arrechonas que a toda hora quieren dárselo al de la casa, también cambian, esa actitud de ardorosas es, precisamente, una evidencia del cambio. ¡Ojo! con aquel que ahora quiere descaderarte todas las noches, alerta, porque ese bellaco acaba de comenzar otra relación y actúa así para serenar su conciencia o para despistarte por completo. Bien lejos ese internet lento si ella, que antes te miraba con fastidio cada vez que se lo tocabas, de repente te dice ‘papi, quiero que me despellejes esta noche, dame por donde quieras, quiero que mañana me duela la vida para que mis compañeras de trabajo se mueran de envidia cuando les diga por qué camino patiabierta de puro ardor allá abajo'.
Remigio no cambió ninguna de sus costumbres tras enredarse con la casada Rosalina. Todo iba bien hasta un mes después del inicio de esa relación prohibida, Layka, su mujer, no sospechaba nadita y seguía feliz viendo sus telenovelas todas las noches y dándoselo con amor a su marido según el calendario que aquel había establecido: sábado, lunes y miércoles. Los dos vivían felices con esas normas hasta la noche en que Layka se vistió con un conjunto de ese material que hace que todo se vea abultado. La bella, aunque estaba consciente de que no era el día de la paloma, se paró coquetona frente al marido y le dijo: Mira lo que me compré, cómo me queda.
El hombre se quedó callado sin apartar los ojos de la pantalla mientras Layka esperaba ansiosa la respuesta que llegó cuando ella le exigió apurarse a dar su opinión. ‘Ponte en línea', le gritó aquel, y eso le provocó a ella una crisis de llanto tan fuerte que llamó a la madre para desahogarse. La vieja lanzó enseguida su veneno: ‘Ahora es que a él se le ocurre decirte que te pongas en línea, ahora, después de cinco años de casados, igual de gordita estabas cuando se casaron, ni más ni menos, y a Remigio jamás le han molestado tus libritas, debe ser que anda con alguna flaca porque por algo se fija ahora en ese detalle'.
Esa noche se le fue en blanco a Layka, quien aprovechó el sueño de Remigio para revisarle el celular; al amanecer terminó su investigación y cortó toda comunicación con Remigio, que se fue para el trabajo confiado en que era una más de las pataletas de su mujer, algo pasajero. La llamó a media mañana, pero Layka no le contestó; llamó a su amante, y el teléfono sonó varias veces hasta que contestó una voz masculina, lo que sorprendió a Remigio y de su garganta no pudo brotar ni una vocal. ‘Seguro que tú eres el tal Remigio que, según tu esposa, te estás comiendo a mi mujer', le dijo el otro hombre, por lo que Remigio cerró la llamada y supo que Layka había descubierto todo y que la pista se la había dado él mismo al gritarle que se pusiera en línea. Estaba sentado meditando en cómo salir del embrollo cuando se abrió la puerta de su oficina y entró un desconocido que le cruzó el rostro con dos trompadas bien puestas. No pudo soltarle ni un amago al atacante, porque los de la seguridad entraron y sacaron al agresor. Volvió a su hogar dispuesto a hincar la rodilla, pero Layka no lo dejó ni hablar. ‘Te vas o te saca la ley', le dijo ella, y él vio en la cama un montón de fotos impresas de él con la delgadísima Rosalina. Solo en ese momento se percató de que dejaba su celular por cualquier parte porque su esposa no tenía la costumbre de revisárselo.
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Estrategia: Yo me pongo más ardiente que nunca, para que él no sospeche
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Engañada: Yo soy tiro y tiro a diario, para que crea que ella es la única.