Yo sí voy para los culecos
- sábado 02 de marzo de 2019 - 12:00 AM
Ese Sábado de Carnaval amanecí demasiado cansado, había trabajado quince días sin parar, pero mi mujer no entendía que estaba cansado y que no me cabían en la mente ni en el cuerpo manejar hasta la ‘Conchinchina', pasar cuatro horas o más debajo de ese sol candente saltando y gritando, oyendo música a volúmenes criminales, comer en cualquier lado y, encima, estar al máximo nivel para manejar de regreso.
Nos acostamos en guerra, porque ella, brava por mi negativa, se me negó, y eso me hizo coger una rabia de esas que provocan dolor de cabeza, de manera que dormí mal y me levanté temprano a tomar café con la esperanza de que mi mujercita despertara tranquila sin acordarse de los culecos.
Pero la realidad fue otra, porque se levantó y me dijo: ‘Todos los vecinos van para los culecos', yo la abracé para decirle: ‘Vamos a quedarnos en la casa, ponemos la piscina y música de la que te gusta, yo aso carne y te frío patacones, al bebé le hace daño estar en los culecos, tiran agua o cualquier porquería, se forma un revolcón y lo ponemos en riesgo'. La respuesta de mi mujer fue empujarme violentamente.
Le devolví el empujón, pero en eso llegaron las vecinas diciéndonos: ‘Pilas, que en media hora salimos'. Y mi mujer, que nunca me ha respetado, les dijo que no teníamos con quién dejar al bebé y que por eso yo me quedaba en tierra; antes de que yo reaccionara, ella entró a la recámara, salió con esa ropa que usan algunas y con las que se ven más desnudas que vestidas, le dio un beso al bebé y se fue con la vecina.
Reaccioné cuando la vi subir al cóster rumbo a los culecos en el interior, y, como el más ridículo de todos, creyendo que podía ganarle la carrera al bus, corrí con el bebé en brazos a tratar de alcanzarlos, y bajar a la fuerza a mi mujer. Cuando me convencí, me eché a llorar de rabia, y cogí para donde mi madre a dejarle al niño, porque se me había metido entre ceja y ceja irme también para El Chirriscazo y traerme por las malas a mi esposa.
Mi mamá me recibió con palos y me llamó hasta infeliz, se dio gusto despotricando en contra de mi mujer, y de mí dijo hasta que era un pobre pendejo sometido al panty. Me convenció de que debía denunciar a mi esposa por abandonar a su hijo, y con ese fin me fui a esas instancias donde me encontré con varios que tenían el mismo problema.
Y tal como lo dice la vida: Hasta en la desgracia alegra saber que hay otro más desgraciado que uno, lo que pensé cuando uno de los presentes me contó que se había casado tres veces y que en cada Carnaval había perdido a sus mujeres por darles permiso de irse solas a culequear y de allá no volvieron con él.
‘La suya va a volver, porque ella no se fue ni escondida ni con permiso, se fue por su voluntad y enfrente suyo, ella vuelve, trátela bien que a lo mejor ustedes se casaron muy jóvenes y ella todavía no había cubierto su cuota de diversión.
Las palabras del viejo me llegaron, y no la denuncié, volví adonde mi madre a buscar a mi hijo, y para que no dijera ella que yo estaba dominado por la cuca, le metí el embuste de que mi mujer me acababa de llamar para decirme que ya estaba en la casa, que todo había sido una pantomima para asustarme.
La mentirilla la pude sostener por un tiempo nada más, porque, según supe por las vecinas, el Domingo de Carnaval fueron a un río y allá mi mujer conoció a un pelao que también andaba en esos paseos carnavaleros, y se enamoró de él, por lo que no volvió al hogar ni pretende hacerlo, a pesar de que yo, en un año le he enviado a diario mensajes y fotos de nuestro hijito diciéndole: ‘Mami ven, pol favol'.