Padrastro amargado
- viernes 24 de marzo de 2017 - 12:03 AM
Yo llegué a la hora de siempre a mi nuevo hogar. Mis hijastros estaban, como a diario, con esos jueguitos electrónicos de ahora, con los que pasaban todo el día. ‘Ya viene el cabrón', dijo el mayor. Y el otro agregó: ‘Ni caso le voy a hacer cuando grite quítense el uniforme, pónganse a ver sus tareas, que vaya a regañar a sus hijos, parece un palitroque, etc.'.
El comentario me enfureció al grado que les dije un par de verdades, y ellos no se quedaron callados, se me enfrentaron como dos iguales y entramos en un pleito verbal en el que yo me di gusto cantándoles todo lo que llevaba guardado desde dos meses antes, cuando dejé mi hogar con tres hijos, y me fui a vivir con ellos como nuevo marido de Diana, la mamá de esos malcriados, y con quien había tenido ya serios conflictos porque a ella no le daba la gana de que yo les pusiera orden a los pelaos. ‘Aquí voy a poner horario para el uso del celular y de esos otros aparatos, aquí, en este hogar, donde yo soy el hombre, nadie puede estar chateando después de las ocho y media de la noche, y nadie va a comer en el sillón ni con el celular en la mano, nadie es nadie, y todo el mundo se va a bañar temprano, etc.', dije yo, y el pelao mayor soltó una carcajada que el otro secundó con el comentario ‘oye a ese, se tildeó o qué'.