El número seis
- domingo 06 de octubre de 2013 - 12:00 AM
A unque a muchos no les gusta reconocerlo, el fin de semana se dedicada al sexo, es cuando no vale ni el dolor de cabeza ni el de oído ni menos el estrés semanal, es entonces que el cuerpo no pide, exige, y por eso se disparan las infidelidades y otras anomalías sociales. Incluso hay algunos que quieren sacarles el juguito a esos días, y se las ingenian para ‘gozar adentro y afuera, como Vasco, que acordó encontrarse con Rosalina su mujer, a las seis en punto para ir al súper, pero también le prometió a la sensual Bartola que se verían donde siempre y a la hora de siempre, ‘para sacarnos el cansancio y el disgusto de la semana, princesa’, le había dicho él esa mañana, y del otro lado la mujer asintió con una carcajada, cuyo significado solo conocían Vasco y quienes habían tenido la dicha de perderse en los brazos de la suculenta.
Pero como cada mujer cuida su cama segura, Rosalina lo llamó al mediodía. ¿Ya saliste, gordo?, ¿te vas a quedar en el trabajo todo ese rato mientras me esperas?, ¿puedes meter sobretiempo?, ¿por qué no te vas a visitar a tu madrina?
No te preocupes, reina, yo me voy para el mall y por ahí me pongo a mirar hasta que llegue la hora de buscarte, de repente y encuentro algo en un baratillo, le dijo Vasco a su mujer y ella hasta sintió remordimiento porque hacía más de tres años que le había comprado media docena de calzoncillos y con esas seis prendas el pobre iba y venía.
Quedaron ambos tranquilos y acudió Vasco al encuentro con Bartola, que llegó pronto y como siempre oliendo bien y enseñando mucho, pero esta vez, para sorpresa del amante, ella no trajo el pago del hotel. Vasco puso mala cara, pero ella le puso otra peor y advirtió que si no aflojaba el rostro ella se perdía enseguida. Y empezó a caminar, pero la urgencia de Vasco era tan intensa que se quitó el anillo de matrimonio y solucionó pronto en una casa de empeño. ‘Así me gusta, dispuesto de verdad al trote’, le dijo Bartola y entraron. ‘Ahora a ver si puedes domarme’, le decía ella mientras se iba quitando sensualmente la poca ropa que cargaba. Luego lo desvistió a él e iba lanzando las prendas al aire, mientra Vasco se deleitaba apretándole la piel y diciendo: Esta sí es carne dura y firme, esta hembra no se raja. En ese tira y jala estuvo él hasta que logró apaciguar a la ardiente mujer, pero quedó tan exhausto que quiso coger un cinco, que por el cansancio lo venció hasta mucho después, cuando las sombras de la noche barrían con las últimas luces del día.
Y se vistió a balazos sin reparar en qué se ponía y qué dejaba. Y manejó como un criminal hasta que llegó jadeante a recoger a Rosalina, que estaba vuelta una diabla. Y soltó mil preguntas en dos segundos: dónde estabas, con quién, qué te paso, por qué, etc., etc. ‘Con calma, una pregunta primero y otras después, con calma’, decía Vasco y la convenció de que había ido donde la madrina y que esta lo puso a esperar cena y después el tranque, etc., etc.
Y compraron la comida de la quincena, tranquilos, como siempre, pero ella notó la falta del anillo y soltó otra vez mil preguntas. ‘Con calma, con calma…’, dijo Vasco y la tranquilizó asegurándole que estaba en la oficina. ‘Siempre me lo quito cuando voy al baño, para no mojarlo cuando me lavo las manos, el lunes lo traigo’.
Rosalina quedó convencida y ya en casa ideó que se bañaran juntos. ‘Tenemos tiempo para todo, porque mañana no hay que madrugar’, decía feliz y ansiosa de estar con su hombre, pero la ansiedad se le trocó en angustia cuando su marido se desnudó y ella notó que no llevaba puesta la prenda más íntima. Esta vez se quedó muda, no soltó la retahíla de preguntas, se fue directo a la gaveta y al tanque de la ropa sucia y contó. ‘Solo hay cinco, falta uno’, gritaba y volvía a contar. ‘5, 4, 3, 2, 1, dónde está el 6, el azul de rayitas’, ¡¡¡¡¡dónde lo dejaste, VASCOOOOOOO!!!!!