Mucho macho

‘Yo soy mujer de un solo hombre y solo me mojo con Cleto', decían Rita e Isabel
  • sábado 25 de junio de 2016 - 12:00 AM

‘Yo soy mujer de un solo hombre y solo me mojo con Cleto', decían Rita e Isabel. Ambas se llenaban la boca de orgullo para gritarle al mundo que solo se lo habían dado a Cleto, a quien habían compartido durante más de 30 años; esa relación empezó cuando ellas eran jovencitas y tenían los pechos erguidos y el trasero firme y altanero; Isabel, la esposa, tuvo que tragar grueso al cuarto día de casada, porque Cleto llegó a medianoche, y cuando ella le reclamó entre rabia y moco, aquel le gritó: Te acostumbras, te dejas morir o me dejas, pero estas tardanzas serán el pan de cada día, recuerda que yo andaba con Rita y tú me sonsacaste para que nos casáramos, así que ahora te toca compartirme con ella.

‘Ese es mucho macho', dijo orgullosa la progenitora de Cleto cuando supo que si Isabel lo amenazaba con dejarlo si no dejaba a Rita, él le respondía: Arregle la maleta, la'hija, pero no voy a dejar a la de allá; y si era Rita la que lo acosaba con el clásico ¿¿¿cuándo???, o sea, cuándo dejaría el hogar para formar uno con ella, el varón le respondía: Pues, déjeme, pero no me iré de mi casa por nada ni por nadie. Y así pasaron los años, Cleto repartiendo el rejo entre las dos, aunque siempre Isabel salía ganando, porque para ella había calientito cuatro días de la semana, contrario a Isabel, que solo le daban manduco los lunes, miércoles y viernes. Las dos mujeres habían pasado esas tres décadas destrozándose a base de amenazas, si me la encuentro la voy a desnudar delante de todo el mundo y la arrastraré por el pelo, decía Isabel, y Rita también abría una bocaza para advertir que donde la viera la molería a puro 'puñete, pero nunca en ese tiempo tan largo se encontraron, y ese tema de las amenazas mutuas no le quitaba el sueño a Cleto, es más, ni caso les hacía. Ellas, en sus trabajos, se daban gusto ponderando la artillería del marido compartido, ‘ay, anoche vino Cleto, y me pasó el camión', afirmaba Rita mientras pedía un analgésico para las caderas adoloridas por el paso del equipo pesado del amante. Y ante sus compañeros, Isabel comentaba ‘oiga el hombrecito arrecho que tengo yo, anoche fueron seis'. Algunos de los oyentes exclamaban ‘jo, ese man es qué, un semental o será que es como el gallo, ay que llevarlo al Salón de la Fama'. Y la calientona respondía: ‘Qué gallo, gallo serás tú, mínimo de media hora cada uno'; quienes escuchaban, preferían quedarse callados ante semejante desatino, porque ya se había dado un faitin entre Isabel y una compañera que no aguantó y en una ocasión la mandó a callar diciéndole que dejara de delirar, lo que le cayó mal a la del macho compartido y hubo empujones y halones de melenas.

Pero el tiempo, que no perdona a nadie y menos a los que tienen dos mujeres, le pasó factura a Cleto, quien una noche descubrió que ya su cuero no respondía, le tocó entonces visitar a la amante y ver con ella un poco de televisión, agarraditos de la mano, nada más; en la casa también se limitaba a mirar las telenovelas al lado de su esposa. Ambas mujeres sufrían porque atrás habían quedado esos tiempos en que las dos pregonaban: Solo me humedezco con Cleto…

El encontronazo de las dos ocurrió cuando Cleto se enfermó y lo operaron. Las dos se apostaron cerca del salón de operaciones y se le abalanzaron al camillero, quien las apartó a punta de mano. Cuando el galeno pidió que entrara brevemente un familiar, ambas quisieron entrar, pero el médico las hizo salir como una pepita de guaba. Bravas porque no podían ver al amado, se agarraron con rabia vieja y se separaron cuando el cuerpo no les dio más, vueltas leña las dos. Hubo que hospitalizarlas un piso arriba de Cleto. Juntos los tres hasta en el hospital, dijo el mundo cuando lo supo.

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Candela: Solo con Cleto me enciendo y exploto de puro gusto.

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Llamarada: Vérselo a Cleto y mi cuerpo arde.

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