El maridillo prestado

Fue al regresar ella de comprar mil tiempos del 09 que se formó el revolcón. Brenda, la criticona del grupo
  • miércoles 01 de agosto de 2018 - 12:00 AM

Bien lo dijo William Shakespeare: Los puñales, cuando no están en la mano, pueden estar en las palabras; el miércoles se pintaba como un día común en esa empresa; uno que otro prestamista por ahí, ojo al Cristo, en espera del cliente que aún no se había reportado con el pago de los intereses, y otros con la libretita en la mano en busca de aquellos que olvidaron cancelar algo tan sagrado como la comida ya consumida. Maritzela llegó contando el sueño de la noche anterior y que, según las cábalas, apuntaba a un número bajito. ‘Yo creo que es como el 09, amanecí soñando que Pancho me había cogido ocho veces y que iba para el siguiente cuando sonó el despertador', terminó diciendo y varias salieron rumbo adonde se ubicaba la señora de la casagrande.

Fue al regresar ella de comprar mil tiempos del 09 que se formó el revolcón. Brenda, la criticona del grupo, contestó la pregunta de la compañera nueva, quien desconocía los estados conyugales de las otras, y preguntó apenas salió Maritzela, ‘¿ella tiene esposo?'. Lo decía porque el día anterior la había escuchado decir que vivía sola porque los hijos ya tenían otros nidos.

‘No, ella no tiene esposo, lo que la pobre tiene es un maridillo prestado que la visita de vez en cuando para ponerla a vivir, se baña sin jabón y se va enseguida como ladrón, se llama Pancho Cabrera, pero no le digas a ella que yo te dije que el maridillo que tiene es prestado', dijo Brenda a todo pulmón, lo que le llegó en menos de cinco minutos a Maritzela, quien corrió a ponerle orden a la boca de Brenda, a la que halló en el baño y ahí mismo le dio la primera trompada, ignorante de que la habladora había pasado su niñez en un barrio donde había que tirar puñete para defender el real de la merienda, y ahí mismo le contestó la otra duplicado y con saña; se dieron duro hasta que vinieron los de la seguridad y las separaron a viva fuerza.

‘Que sepan todas y todo Panamá que Pancho Cabrera es mi esposo, estamos casados con papeles y anillos, solo que él no vive conmigo porque le toca cuidar a su mamá que ya tiene 99 años, será Brenda la que tiene maridillo prestado, siempre ella con la envidia y la vaina', pregonaba Maritzela mientras se limpiaba la sangre del rostro. ‘Cállate, loca, ese matrimonio es como tu sueño cachondo de esta mañana, puras fantasías de tu mente', gritó Brenda al entrar, y la rival volvió a pegar primero, y esta vez, Brenda le repitió la dosis de manos, así estuvieron en un mano a mano cerrado hasta que la compañera recién nombrada se levantó a separarlas, y Brenda no lo soportó, también la conectó y le reclamó por haberle ido con el cuento a Maritzela, que reaccionó más violentamente, y aprovechó la distracción de la contrincante para aclararle: ‘Eres una bochinchosa, la nueva no me lo dijo, fue esa que está allá la que me contó lo que tú dijiste, envidiosa porque no tienes esposo'.

No le gustó a Brenda que le echaran en cara su falta de calor masculino, y trató de golpear de nuevo a Maritzela, pero ya estaban ahí los señores que la pusieron a salvo, no así a la señalada por Maritzela como la que contó la cocoa, y se le abalanzó con ardor, pero solo alcanzó a darle dos trompadas, porque el brazo fuerte de un seguridad la puso bajo control.

Ese mismo día la mandaron para su casa, y Maritzela comentó a bocajarro: ‘Pobrecita, como no tiene esposo seguro que hasta hambre va a pasar', y Brenda la amenazó: ‘Deja que te agarre fuera de aquí, dizque esposo y lo que tienes es un maridillo prestado'.

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A veces, puedes aplastar al prójimo con el peso de tu lengua.

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