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Decir o escuchar diciembre es pensar en plata, y eso mismo pensó la mandamás del club ‘Las ricachonas' 
  • miércoles 07 de septiembre de 2016 - 12:00 AM

Decir o escuchar diciembre es pensar en plata, y eso mismo pensó la mandamás del club ‘Las ricachonas' cuando se percató de que ya el calendario marcaba el noveno mes y que era poco el tiempo que quedaba para sumar verdes al fondo decembrino. Llamó a las socias para que madrugaran a moler maíz porque los mil tamales ya tenían nombre y apellido, y se necesitaba fuerza humana para mover el molino.

Renata, casada con el folclórico Luisito, apodado ‘Luchito', fue la primera en llegar y, como siempre, soltó su lírica habitual para nombrar a su marido: ‘Allá se quedó el mío con ganas, pero yo le dije que primero, segundo y tercero es el club y que él puede esperar hasta la noche'. La mandamás las mandó a todas a lavarse bien las manos antes de meterle mano a la molienda; las recién llegadas dijeron que se habían aseado bien antes de salir, pero la presidenta y tesorera recordó la obligatoriedad de ofrecerles a los clientes un producto elaborado conforme a las más estrictas normas de sanidad. ‘A lavarse bien las manos que no me consta que no tocaron el pito y las bolsas antes de salir', gritó la jefa y las otras socias cumplieron la orden. Linda, que no se las lavó de buena gana, sonó con fuerza un platón repleto de maíz, lo que le desagradó a Renata, quien le reclamó con palabras duras, pero dichas en tono suave que a la otra le pareció ofensivo, y la atacó por el lado que más le dolía a la rival.

‘Ya todo el mundo sabe que mi sobrina está preñada, y, ¿por qué lo saben?, pues por un bochinchoso que ni hombre parece, él es el que ha regado todo el cuento por aquí, parece mujercita', dijo Linda. El comentario le lastimó un riñón a Renata, quien reconocía que su marido era un poco lengüilargo, además de que porque las buscaba o porque le llegaban al azar, siempre se sabía las últimas cocoas y se enteraba de primero de la lista de los que andaban poniendo cachos y de los que metían la mano en los fondos ajenos, todo lo que olía a chisme, corrupción o rumores era tema de su dominio, y ni qué decir de que siempre pregonaba que conocía algo de plomería, electricidad, cocina, jardinería y de todo, hasta picaba un poco de inglés y mandarín, pero ‘Luchito', aparte de lengüiflojo y chulo, la atendía de lo lindo en la intimidad, debajo o arriba de las sábanas, el hombre le hacía lo que ella pedía y tal cual como lo pedía ella, por eso Renata lo defendía a capa y espada, ni más ni menos como lo haría cualquier dama, sobre todo si el ciudadano practicaba la fidelidad absoluta.

‘Voy a dejarle la cuerda larga a ver hasta dónde llega', pensó Renata y la dejó pasar, pero hubo otra socia que prendió de nuevo la mecha al comentar que andaba fuerte el runrún de que su marido, extesorero del club de los policías jubilados, se había fumigado el dinero del último bingo. ‘Dicen que lo dijo Carrasco y que a él se lo dijo la mujer de Pinto, que a ella se lo había dicho un lengüilargo', aseguró la mujer en un derrame de monotonía lingüística. Linda soltó la manigueta del molino y gritó: ‘¡Quién más, fue el fulano ese que debería llamarse luchito.com!'. El suspiro de Renata se oyó en todo el pueblo… De un manotazo tiró abajo el molino y agarró a Linda y la hundió en la olla gigantesca repleta de maíz cocido. De ahí la sacó y sin soltarle el pelo la paseó por toda la cocina mientras gritaba que la iba a zambullir en el agua que calentaban para pelar las gallinas de patio. La gritería femenina despertó al barrio que llegó completo a curiosear. Los expertos en poner orden llegaron y hallaron enfrentado al vecindario completo y embarrado de maíz, pero ‘Luchito', el chulito, no estaba porque él duerme hasta tarde.

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Jodida: Con mi marido no se metan.

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Guerrera: Por mi macho yo revuelco hasta a mi madre.