Los bochinchosos

El hombre llevaba más de media hora tratando de entregar un enorme arreglo floral que la recepcionista se negaba a recibir porque no tra...
  • jueves 03 de octubre de 2013 - 12:00 AM

El hombre llevaba más de media hora tratando de entregar un enorme arreglo floral que la recepcionista se negaba a recibir porque no traía nombre, solo decía para una bella mujer. ‘Ay, pero tú sí eres bien cosa, mani, qué te cuesta recibirlo, yo no puedo volver a mi trabajo con ese ramo’, decía el empleado furioso. Pero eso no dice ningún nombre, si a hablar de mujeres bellas vamos, aquí todas somos bellas, decía la muchacha ya medio descompuesta por la insistencia del otro. La discusión terminó cuando el empleado lanzó el ramo y se fue veloz, no pudo alcanzarlo ninguno de los seguridad que la recepcionista llamó. Quince minutos después del incidente había un gentío en la recepción y ya las diferentes versiones del hecho habían recorrido los numerosos departamentos de la empresa. Fue Quinto uno de los últimos en enterarse, el cuento le llegó con dos añadiduras: el ramo decía para una bella mujer que anda vestida de rojo y que siempre almuerza sopa china. Fue demasiado para su espíritu enfermo de celos, a gritos pidió que le dieran todos los detalles y los compañeros, gustosos y con malicia, le echaron el cuento mientras este hablaba con voz temblorosa imaginándose que el arreglo era para su mujer.

No pudo dominar su malestar y tras darle un manotazo al computador bajó hasta la recepción, donde varios hacían fila para admirar el ramo. Quiero ver la tarjeta, gritó Quinto con tanta intensidad que la recepcionista se tapó los oídos en señal de que le había lastimado esa parte tan sensible. Cállese y vaya a gritar a su casa, aquí no y menos delante de mí, le dijo la dama, pero el celoso insistía vivamente en que le enseñaran la tarjeta.

No, señor Quinto, no se la voy a enseñar, eso es privado, además ya llamé a la floristería Tulipanes Felices para que vengan a buscar ese ramo, argumentó ella, pero varios dijeron que el arreglo sí era para alguien de la empresa porque la dirección y el nombre estaban correctos.

Cállense la boca, idiotas, decía Quinto, asustado porque el ramo fuera para su mujer. ¿Qué más nos vamos a callar si no es la boca?, le dijeron los ofendidos y soltaron una carcajada que ahora ofendió al celoso, que redobló su insistencia de ver la tarjeta. No y no, le dijo la recepcionista, que aprovechó que él nunca le había caído bien para desquitarse negándole leerla. Déjeme verla, si a otros les permitió leerla por qué a mí no, decía Quinto visiblemente enojado. No es no, oyó, dijo la muchacha y marcó un número. Me la deja ver por las buenas o por las malas, oyó, gritó Quninto y se metió al área de recepción. Nadie pudo impedir que destrozara el ramo en busca de la tarjeta. Se dio gusto estrujando las flores y sacándolas una a una con violencia. ¿¿¿¿¿Donde está la cabrona tarjeta?????, seguro que tú eres cómplice de mi mujer, quien le mandó esas flores, gritaba y arremetió contra la recepcionista y le puso amenazante las manos en el cuello.

Los presentes corrieron a quitársela, lo lograron justo cuando entraba el empleado de la floristería, ahora pidiendo disculpas: Vengo a buscar el arreglo, había un error en la dirección, perdóname, pero discúlpame, mani, dame el ramo.

La recepcionista miró al piso, donde estaban los despojos del ramo. Se formó otro lerelere, del que Quinto terminó botado por formar escándalo y dañar lo ajeno. Luego la recepcionista lo acusó legalmente por intento de estrangulamiento.

A ese man lo tienen jodido los celos, decían reídos los dos compañeros que añadieron lo de la ropa roja y la sopa china.