La anorgásmica
- domingo 20 de enero de 2019 - 12:00 AM
Estelita salió como todos los domingos a vender sus rifas y sus chances oficiales, porque a la hora de buscar el real, ella se plantaba como toda una ‘mujer de pelo en pecho', decir que ni ella misma entendía, pero que repetía a diario porque alabarse era uno de los pasatiempos que más la distraían en su pasar difícil, porque, por culipronta, le tocó bregar sola con cinco muchachitos.
Cuando se avecinaba el inicio de las clases, tenía que fajarse con cuanta actividad se le ocurriera para ir sumando. Ese domingo ideó una rifa de un chancho, por eso fue a la casa de David, donde al llegar olió que había allí grandes dificultades conyugales. Pensó que eran problemas de cama, el halo que percibía no le indicaba que era infidelidad. ‘Es algo de sábanas, qué será, a lo mejor que David es muy insistente y quiere estar todo el día pegado a la batería o será que lo hace muy violento, como si la cuca se le fuera a ir, o quién sabe si es que Melania será mucha papaya para ese perico o que ella no le dé la talla, lo que lo dudo, o serán problemas con el tamaño, el grosor, o pene blando o no sé, pero tengo que averiguar', pensó y puso voz de trabajadora social para preguntarles qué les pasaba que no irradiaban esa felicidad de apenas un año y medio de casados.
Intentó de muchas maneras sacarles confesiones, pero ninguno de los cónyuges le soltó información, sabían ellos que en el pueblo conocían a Estelita como la ‘faraona de las cocoítas', porque siempre era la portadora de los chismes más frescos, y en su andar de casa en casa vendiendo las rifas, iba sumando historias y detalles hasta armar las realidades que ella luego difundía. ‘Lo que no le cuentan lo inventa', decían de ella los parroquianos, así que en esta ocasión tuvo que armar una estrategia de peso para saber cuál era el problema entre David y Melania.
Fingió que se iba, y cuando ellos cerraron la puerta, regresó sigilosa para oír qué discutían, tuvo la suerte de que apenas dio la espalda, Melania le gritó a David que lo de ellos ya no era solo un secreto de pareja, que la gente se estaba dando cuenta y que eso era peligroso. El ruido de las brisas del verano panameño impidió que Estelita oyera todo lo que se dijeron los cónyuges, pero pudo entender que el problema era que David no complacía a su mujer, que ella no había podido tener ni un solo orgasmo nunca, y que lo acusaba a él de no saberla ‘trabajar'.
‘Esa falla es tuya, y de nadie más, si no lo logro tú eres el único responsable, es tu obligación y tu misión hacerme ‘llegar', no me acuses a mí de tu error, por algo se rumora por ahí que a todos tus tíos los dejan las mujeres porque no las saben complacer, parece que es un mal de familia', gritó Melania, y eso fue como alzar a David por los testículos, llevarlo hasta el techo y soltarlo sin lástima. Entre una retahíla de palabras obscenas le respondió que la enferma era ella, que eso le había contado una pariente: ‘Ustedes, todas, las catorce mujeres de la familia sufren de anorgasmia, y tú lo sabes bien, a ustedes no se las saca ni un mago con la mejor varita'.
Estelita tuvo que activar todo su seso para recoger la palabrita nunca antes oída, y se fue enseguida, veloz, a llevar el cuento al pueblo, la cocoíta era que Melania estaba enferma con anorgasmia, y por eso no se mojaba. Le costó un esfuerzo titánico mantener en la memoria la palabra, y tan concentrada iba en ese empeño de no olvidarla que vendió tres veces un mismo número, que resultó ser el del primer premio.
‘Eso es problema suyo, usted me vendió ese número y usted me entrega mi premio, tráigame ya el cerdito', le dijeron los tres ganadores, y tuvo Estelita que echar mano de otros fondos para comprar dos marranos más y no quedar mal.