- sábado 03 de septiembre de 2016 - 12:00 AM
Casi siempre terminan jodidos los que insisten en enamorarse en el trabajo. Entre los desubicados de oficina también están los que responden afirmativamente a los coqueteos de las bellas, a sabiendas de que no pueden ir muy lejos con ellas o darles lo que estas anhelan, porque ya hay otra beldad que orgullosa ostenta el título de señora de…
Jonás sonreía orgulloso cada vez que Mayralicia le coqueteaba, y consumía con apetito los platillos que ella le llevaba. No les hacía caso a los que le advertían que cuidado con un macuá en la comida que le obsequiaban. ‘Yo no creo en esas vainas', aseguraba Jonás y seguía recibiendo y comiéndose desde el chocolatito hasta los macarroncitos que le traía la coqueta. Quiso parar la mano cuando supo que Mayralicia decía que él quería algo con ella, porque, de no ser así, nada le recibiría. Pero ya era tarde para esa decisión, porque Mayralicia se había hecho ilusiones y hablaba de él como si en verdad tuvieran algo.
El primer desaire se lo hizo él delante de varios que desayunaban en la cafetería de la empresa. ‘Te traje bofecito, bebé', le dijo Mayralicia. ‘No, gracias, ya desayuné', contestó Jonás y le devolvió el cartuchito. La reacción de Mayralicia sorprendió a muchos, porque se sentó a llorar sin consuelo hasta que de los altos mandos le advirtieron que si no dejaba la moqueadera le darían cartita de despido para que llorara con ganas.
El próximo desaire le provocó una crisis de rabia y se fue a un faitin verbal con varias compañeras a las que acusó de haberle metido cuentos a Jonás para que no le recibiera nada. El encuentro se quedó en palabras sucias y amagues, pero las otras dos quedaron picadas y para mortificarla organizaron un paseo al río Guaraguao. Lo anunciaron a la hora del almuerzo, que es cuando se congregan todos los colaboradores. Del grupo de hombres salió la pregunta que alteró a Mayralicia. El necio que nunca falta insistió en saber si el paseo era exclusivamente para los empleados o si se podía llevar a la mujer.
Déjate de esa vaina, le gritaron varios. Y siguieron gritándole ‘cómo se te ocurre llevar leña para el monte, déjate de eso, la quieres dañar o qué'. El majadero que siempre la mete le preguntó a Jonás cuál era su opinión sobre llevar leña para el monte.
Jonás no reparó en la presencia de Mayralicia que esperaba ansiosa la respuesta. Y contestó como responden los que están enamorados: Bueno, si es leña de nance se lleva a todas partes.
El grito acusatorio de Mayralicia y el índice apuntando hacia Jonás acapararon la atención de los comensales, pero nada de esto impidió que la enfurecida mujer lo jamaqueara reclamándole por qué le había ocultado su estado civil. ‘Yo no tengo por qué pregonar ni ocultar mi matrimonio', contestó Jonás y de un empujoncito se la quitó de encima. Dominada por un llanto histérico llegó a la oficina del mandamás, quien no tardó en llamar a Jonás para que respondiera a las acusaciones de Mayralicia, que lo señalaba por haberla engañado al enamorarla y ocultarle que era casado. El jefe no la dejó terminar y le preguntó a Jonás si él sabía que la empresa prohibía los amoríos entre compañeros. Cuando le dieron la oportunidad de hablar, Jonás se defendió como gato mañoso, pero la bella aseguró que sí había algo entre ellos, lo hizo con tanta contundencia que el gerente le creyó y decidió botarlos a los dos. ‘Yo no sabía de esa ley', dijo Mayralicia arrepentida de su invento, pero el mandamás le contestó ‘el hecho de que no conozca las leyes no la exime de culpa, oyó'. Y añadió sin esperanza de reconsideración: ‘En dos semanas los llamarán por la liquidación y nunca olviden que en mi empresa no sobreviven ni los arrechones ni las calientonas'.
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Normas: Aquí se prohíben los noviazgos y el adulterio.
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Duro:: Aquí se paga para que trabajen y no para volar cintura.