‘Germán no es el man’

Al igual que Santa, que tiene que multiplicarse para llevar los juguetes y regalos a muchísimos lugares, el pobre Germán tenía que multi...
  • domingo 23 de diciembre de 2012 - 12:00 AM

Al igual que Santa, que tiene que multiplicarse para llevar los juguetes y regalos a muchísimos lugares, el pobre Germán tenía que multiplicar su cartera para satisfacer las necesidades básicas y los caprichos de su esposa y sus dos queridas, Luris, Leonor y Lastenia, a quienes él, para evitar cualquier enredo, las llamaba Nena.

Ahora, a pesar de que él les había comprado arbolito, cena navideña y cuanta cosa piden ellas para esta época, se habían antojado de la ropa de Navidad. Tuvo que echar mano de un ahorrito que tenía destinado para comprarse los lentes, pues ya ‘Calendario’ le estaba robando visión y a cada rato se equivocaba en el trabajo. Dividió entre tres la cantidad ahorrada y les dio, pero las Nena pegaron el grito al cielo y argumentaron que eso no alcanzaba ni para los aretes.

‘¿Tú crees que yo soy como la vecina, que siempre anda vestida de tres dólares?’, dijo una; y otra, la principal, la esposa, reclamó airada que ella tenía que ir a un lugar selecto a comprar su ropa de Navidad. ‘No creas que voy a comprar donde siempre, ese almacén está llenísimo, además, no voy a correrme el riesgo de comprarme algo idéntico a lo que de seguro se van a poner las vecinas’, gritó la señora y tiró el dinero al piso.

La tercera también hizo su berrinche, según ella, la ropa de Navidad debe ser de un solo color e incluía hasta la ropa interior. ‘Y, ¿cómo crees que me voy a arreglar con esa cantidad miserable?’, decía llorando con tanta lástima que Germán quedó convencido de que el miserable era él por no darles dinero suficiente para que ellas compraran su ropa de Navidad.

El malestar de no poder darles la plata para la ropa de Navidad a sus tres mujeres lo deprimió tanto que sufrió un faracho en el trabajo, donde se asustaron tanto que lo llevaron al hospital.

‘A este hay que dejarlo guardado en estas fechas, parece que lo quiere joder el estrés navideño’, dijo el médico y, efectivamente, lo mandó a hospitalizar. Más tarde llegó a verlo otro galeno bonachón que le dijo: ‘Ombe, Germán es el man, ¿qué pasa con esos nervios navideños, es que no le gusta la lechona asada o el tamal criollo?’. La actitud del doctor animó a Germán a contarle el problema.

‘Mmmjj’, dijo el especialista rascándose las nueve hebras plateadas que quedaban en su cabeza. Luego, con calma, agregó: ‘A esas damas hay que ubicarlas, cómo que van a joder a un hombre por una ropa de Navidad, deme el número de ellas. Ahora mismo las llamo y les aviso que usted está en la lista de San Pedro, verá cómo llegan aquí llorosas y arrepentidas de estarlo presionando por pendejadas’.

El médico salió a llamar dejando a Germán en un estado tan satisfactorio que mostró una mejoría casi inmediata, de manera que otro galeno ordenó su salida. Fue directo a su casa, donde su esposa se llevó un susto tan grande que pensó que ya había muerto y era un fantasma del más allá. ‘Ay, Germán, como el doctor dijo que estabas tan grave, yo invité a un ex a pasar Nochebuena conmigo, disculpa, pero vamos a salir ya a comprar la ropa de Navidad’.

Trató de localizar a las queridas, pero ninguna contestaba el celular. Llamó a Leonor a la casa, pero la abuelita le dijo: ‘Ella anda con su novio comprando la ropa de Navidad’.

Tan desilusionado se sintió que para animarse se fue a un centro comercial a comprarse un trapito navideño, para estar en la onda, y fue allá donde vio a Lastenia, feliz con unas amigas, probándose ropas de color amarillo. ‘¿No que estabas moribundo?’, fue todo lo que le dijo ella cuando lo vio.

Llamó a un compañero de trabajo, quien después de oír el cuento le dijo burlón: ‘Entonces, Germán no es el man’.