Frutas de cupido

Lo que no molestaba a Kary, así lo sentía seguro y entretenido
  • miércoles 15 de enero de 2014 - 12:00 AM

Kary dormía con un ojo cerrado y otro abierto, para cuidar a Miguel, su marido, a quien se consiguió tras disputárselo a la esposa, quien también había luchado con varias que tuvieron la misma intención.

Todo marchaba bien entre la pareja, consiguieron un lotecito y allí se establecieron, porque Miguel no se había desligado de su instinto interiorano y siempre quería estar sembrando, sobre todo, árboles frutales, porque según decía el bandido: previenen el estreñimiento y fortalecen los tejidos de la parte baja del cuerpo. Lo que no molestaba a Kary, así lo sentía seguro y entretenido. Pero la mujer no bajaba la guardia, atemorizada porque había oído decir que quien construye destruyendo termina destruido. Andaba arisca siempre, atenta a cualquier detallito de la conducta de Miguel, a quien ya le estaba pasando el enamoramiento y ya comenzaba a mirar para otro lado. Le había puesto el ojo a una licenciada muy guapa y compañera de trabajo, una damita muy curvilínea y bien educada que saludaba a todos los de la empresa. Fue un día que a la bella se le dañó el carro y coincidió con Miguel en el transporte de la compañía. Hablaron de cualquier cosa y ella mencionó que no había comido pesada. El hombre prometió que al día siguiente traería esa fruta, y así fue, se apareció al día siguiente cargado de tres galones de nance. El detalle no pasó inadvertido para la celosa Kary, quien luego vio a su marido salir para el trabajo cargado de guineos. No dijo nada, pero el corazón se le paralizó y la boca se le llenó de un líquido amargo que la llevó al lavamanos a devolver el desayuno. ‘duro sentirse traicionada’, se dijo y sin querer recordó cuando se daba gusto dándole ese sinsabor a la esposa de Miguel, quien dos días después lo vio acomodando en una cajeta una papaya enorme.

¿Y eso?, le pregunto Kary. El jefe me pidió una, anda ‘tranca’o’, dijo él y terminó de acomodar la fruta, le agregó unas guabas y salió.

Entró rayando la hora y corrió al despacho de la bella compañera, quien estaba en una reunión. No se dio cuenta de que su mujer, Kary, entró quince minutos después a la garita y allí pidió hablar con el jefe, quien la atendió amablemente y dijo que jamás había encargado una papaya. ‘Nunca he tenido problemas con ir al baño, yo me alimento sanamente, es más, voy tres veces al día’, señaló el caballero y Kary le pidió disculpas y salió avergonzada. En el pasillo oyó que a una guapa mujer le decían que por ahí la andaba buscando Miguel. No sé quién es, dijo ella.

‘El que siempre le trae las frutas’, contestaron por allá. ‘Ay, que muchacho tan majadero’, dijo la bella y se fue. Nadie vio a Kary recostada en una esquina. Ni siquiera su marido, que corrió a la oficina de la compañera apenas supo que había terminado la reunión.

Puso la cajeta sobre el escritorio de la dama y esta le sonrió, supuestamente agradecida. ¡Qué papayón!, decía la curvilínea cuando entró como una ráfaga la celosa Kary, que estrelló la cajeta contra la pared, manchándola de color naranja.

Coge, zorra que andas con mi marido, le dijo a la otra mientras le daba un soplamocos.

Todo fue tan rápido que Miguel no pudo evitar que la esbelta compañera se defendiera dándole tal apambinchada a Kary que cuando la rescataron se dieron cuenta de que en la riña había perdido dos dientes.

Aprende a respetar a las mujeres decentes, le gritó la otra a Kary, quien se retiró con su marido, pero sin sus dos dientes frontales. Al frutero lo mandó a despedir la misma a la que le llevaba los regalitos.

Últimos Videos