Filosofía a su manera

Erase una vez, un profesor de Filosofía, que su especialidad era la apología de Sócrates, clase que los estudiantes consideraban aburrid...
  • lunes 04 de julio de 2011 - 12:00 AM

Erase una vez, un profesor de Filosofía, que su especialidad era la apología de Sócrates, clase que los estudiantes consideraban aburrida, por eso en ocasiones faltaban a clases y otros ni se acercaban, sin embargo dentro del claustro, había una estudiante, de ojos azules, rubia, cachetes rosaditos, alta, senos pequeños, que hacían juego con sus nalgas, tamaño papaya.

Muchos pensaron que era una gringa, pero cuando hablaba se le salía el acento de Pedasí, provincia de Los Santos, de donde llegó hace seis meses, para continuar estudios superiores, después de haber egresado de la escuela secundaria en Azuero.

Dominga, como se llama la fula, le gustaba mucho la filosofía, hasta tal punto, que dominaba la historia de la filosofía griega. Exponía muy bien sobre los principales filósofos griegos, como Tales, Parménides y Heráclito a Sócrates, Platón, Aristóteles y Epicuro, entre otros, que le valió una mención honorifica en la universidad.

El profesor Cipriano, se había percatado que la única estudiante, interesada en su clase, era Dominga, los otros solamente buscaban sacar una C para continuar otros estudios dentro de la facultad, situación que era incomoda para la santeña, porque la consideraban una sapa del profesor.

Sin embargo, en una ocasión el profesor Cipriano, invitó a Dominga, a su casa, en un apartamento en Los Libertadores, de la Tumba Muerto, indicándole que tenía muchos libros de filosofía que podía leer y tener más conocimientos de la filosofía griega y porque a Platón, lo bautizaron con ese nombre.

Como Dominga es una mujer sin temor a nadie, acudió a la cita, un domingo, después de subir 12 pisos, porque el elevador está dañado como siempre, Cipriano, le abrió la puerta y le mostró lo bonito de arreglado que está su apartamento, con trofeos, adornos y algunas estatuillas de los filósofos griegos.

Eran las tres de la tarde---Cipriano, prefirió descorchar una botella de vino blanco, le ofreció una copa, que tomaron, no sin antes brindar por Sócrates y Platón y así bajaron, una botella, dos botellas y tres botellas de vino, hasta que quedaron tirados en el sofá, donde los besos, caricias y tocadas en partes prohibidas, desplazaron a los estudios, libros y reseñas filosóficas.

Lo que desconocía Cipriano, era que Dominga estaba comprometida, con otro santeño, dueño de una tienda por Santa Librada, de San Miguelito, quien la había seguido desde que salió de casa, quien acompañado de tres maleantes de la Pavita, tocaron la puerta, el profesor, creyendo que era el que traía la pizza, que había solicitado por teléfono, abrió la puerta y se formó el arroz con mango, incluyendo sal y pimienta.

El prometido de la santeña, Euclides, ---otro con nombre de filosofo---, agredió a Cipriano, quien por su corto tamaño, recibió una tanda de puñetes, los otros malandrines, destrozaron el apartamento, por su parte Dominga, se vistió y nadie sabe como bajó las escaleras---de tres en tres las escaleras—pero logro salir de la escena.

Llegó la policía, se llevaron al profesor para el cuarto de urgencia del Hospital de San Miguelito, ---donde se recupera---, por su parte Euclides, como es comerciante, pagó las multas y los daños del apartamento, pero dejó advertido, que el profesor, puede aparecer muerto cualquier momento, si sigue, dándole clases de filosofía a su prometida y mucho menos la filosofía sexual.

Desde entonces Dominga, dejó de ir a las clases de filosofía, ahora incursiona en la materia de historia de Panamá, por lo tanto su prometido Euclides, la vigila, no vaya a ser que quiera saber cómo se descubrió y por onde el Mar del Sur.

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