El cuentapelos
- miércoles 02 de marzo de 2016 - 12:00 AM
Todos tenemos nuestro estilo a la hora del sexo; unos somos más detallistas, y otros creen que el acto sexual es solo introducir y sacar cuando ya ha brotado ese líquido de las entrañas que los mortificaba grandemente. Algunos son tan aburridos y escasos de creatividad que si les dieran una calificación sería de menos de uno. Aureliano no quería caer en esa categoría, pero se pasaba de amable y se extralimitaba en el deseo de explorar y conocer palmo a palmo el cuerpo de la que aceptaba ‘salir' con él. Ya se había corrido la voz de que pagaba bien si se lo daban, pero como dice el cuento tenía un perito que tiraba al piso todas las satisfacciones que les brindaba. Los comentarios de las clientes eran buenos ‘a mí me hizo lo que no me hizo mi marido en veinte años de cogerme', ‘yo nunca había tenido un orgasmo y lo experimenté con Aureliano', ‘a mí me sacaba tres en cada encuentro, eso sí, él me preparaba bien antes, ya ustedes saben cómo, pura lengua, manita' y ‘a mí me puso a maullar'. Las anécdotas fueron consideradas muy buenas hasta que una se atrevió a decir el perito de Aureliano: Todo estuvo bien hasta que me dijo que me abriera para contarme los pelos de allá abajo, yo casi me muero de la vergüenza, pero me dijo que por eso él pagaba lo que le pidieran, porque le gustaba saber ese dato, que eso era como su combustible para seguir en la batalla.
La revelación de la valiente le aflojó el temor a las otras y contaron que ellas también habían pasado por la contabilidad vellosa. Todo esto lo escuchaba Medea, quien había recibido la quincena, pero esta había pasado tan fugaz como un cometa, y ahora andaba llorosa y pensando cómo el hacía frente al súper y a los gastos del colegio de la hija. Las compañeras la recriminaron ‘viste, por loca de cogerle plata prestada a esa extranjera que nos come vivas con esos intereses del 30%, ninguna necesidad tenías de un traje nuevo para recibir el 2016, coge por insensata, mira cómo se subieron esos intereses, pero no te preocupes que esa plata se le vuelve caca a esa mujer'. Cuando la vieron que el llanto de Medea arreciaba, le dijeron ‘no llores, manita, habla con Aureliano, él te resuelve, anota el número, vas a gozar un manduco de verdad, lo que tú pidas él te lo hace, aparte de que da tu platita, entras limpia y sales con la cartera llena'.
‘Pero yo no voy a dejar que me trastee por allá abajo contando nada, una patada le voy a dar como se le ocurra contarme mis pelos', gritó Medea y las demás le dijeron que eso era lo de menos, que esa contaduría él la hacía al final, cuando ya ella estaría bañada y relajada, que solo se quedara quietecita mientras aquel hacía el conteo.
No lograron convencerla, pero como caía la tarde y ningún prestamista le resolvía, Medea lo llamó y concertaron la cita. Llegaron ambos puntuales y hasta que se desnudaron todo fue amabilidad de parte de Aureliano, quien demostraba naturalidad y experiencia en esta clase de encuentros, lo contrario a Medea, que desde que entró no paró de decir: Yo nunca lo he dado por plata, jamás pensé que caería en esto, pero, bueno, así es la vida, siempre hay una primera vez, no creas que yo soy alguna prostituta, soy una dama'.
La perorata de Medea se acabó cuando Aureliano la apartó y le dijo sereno: Sabes qué, no hay trato, tome para el taxi de regreso a su casa y no me la voy a coger, porque yo no como cucas calungas.
Medea, que se había rasurado a propósito, se enfureció y lo arañó; luego lo acusó de quererla violar y de otros desmanes, pero nadie le creyó, así que le tocó irse limpia para su casa y arrepentida de habérsela tirado de vivaza.
==========
Bellaco: Él me hizo sentir lo que nunca logró mi exmarido en 20 años.
==========
Gatuno: A mí me puso a maullar de puro gusto.