Desubicados

Fue por esos días de desprecio hacia Carolineth que lo dejó su amor del alma, la sensualísima Bety
  • miércoles 13 de julio de 2016 - 12:00 AM

Adolfo era de los sueltos de lengua que a menudo dicen cualquier tontería, ignorantes totalmente del refrán ‘no escupas para arriba que te cae a ti mismo la saliva'. ‘Yo no como viejas', replicaba el guapo, y en la clasificación de viejas entraban todas las pasaditas de treinta, aunque estuvieran buenonas. A su trabajo llegó la hermosa Carolineth, con sus senos paradotes y grandes, sus nalgas firmes y redondas, caderona y de cintura estrecha, a pesar de sus años que ya coqueteaban con la década del cincuenta; la bella lo saludó desde el primer día y lo hizo con mucho cariño, lo que Adolfo interpretó como ‘a esa vieja le gusté', pero no se interesó en ella porque aunque atractiva ya se le notaba la edad y él estaba firme en que no comía viejas.

Fue por esos días de desprecio hacia Carolineth que lo dejó su amor del alma, la sensualísima Bety, quien de la noche a la mañana lo cambió por otro de su edad, un pelao con el que Adolfo no podía competir porque a él le faltaba la juventud que al otro le sobraba. Se echó a morir, no comía ni bebía, y para ayudarse compró una soga, pero como pasa siempre ante las penas del alma, el tiempo lo fue sanando y en un descuido la madre le tiró la soga a la vieja letrina, de manera que Adolfo no tuvo otra que ponerle pecho al sufrimiento, y así se fue, poquito a poquito hasta que un día se levantó buscando su comida, se bañó y empezó nuevamente a vivir. Del amor frustrado con Bety le quedó la necesidad constante de buscar mujeres jóvenes, porque sentía que así renovaba su ya maltrecha juventud, por eso miraba con desdén a las de treinta para arriba.

La hermosa Carolineth no le paraba bola a sus desprecios, cada uno lo devolvía con un saludo, hola, amor, le decía y mandaba al aire un beso para él, a quien, al parecer, ya la edad le estaba pasando factura y cada vez le era más difícil conseguir alguna pelá que quisiera ir con él a la cama. Las que consultaba le pedían un dineral que Adolfo no estaba dispuesto a pagar. ‘Eso es demasiado dinero, es que la tuya es de oro', les contestaba cuando las pelaítas le señalaban la tarifa. La última lo puso a pensar lejos, la chiquilla llegó dizque ardiente y lo puso a vivir con varios números, pero al final del acto exigió una suma mucho mayor de la acordada, como Adolfo se negó, aquella le echó en cara ‘y qué pensaste tú, que yo te iba a hacer gratis ese par de porquerías, yo no hago nada gratis y menos a un viejo como tú'. Se puso él tan violento que sacó la mano y la golpeó; el resultado fue un escándalo que lo llevó a la cárcel unos días, primero por meterse con menores de edad y otro por agredirlas, le tocó entonces sacar todos sus ahorritos para quedar libre. Tras el mal rato en la chirola se le durmieron las ganas, pero como el instinto no se apaga nunca, a los tres meses del suceso, el cuerpo empezó a pedirle, y ya no tenía plata para comprar amor joven, así que cuando ya no pudo más con la carga de su abdomen se fijó en Carolineth y empezaron un romance que aunque comenzó a media mañana, al atardecer ya estaban internados.

Apena se perdió en los experimentados brazos de Carolineth a Adolfo se le olvidó que no comía viejas, y lo disfrutó tanto que todos los días la invitaba a salir, pero, para su sorpresa, un día ella lo dejó; pronto supo que Carolineth lo había cambiado por un pelao recién llegado a la empresa y que la meneaba de lo lindo en la intimidad. El desprecio le caló tanto que una tarde le partió los vidrios al carro de Carolineth y se enfrascó a puño limpio con el pelao, pero ella no volvió con él.

==========

Tarifa: Cuca joven es más cara, porque es más sabrosa.

==========

Fuente: Hacerlo con mujeres jóvenes es renovar la juventud.

comments powered by Disqus