Corazón cobarde
- viernes 18 de noviembre de 2016 - 12:00 AM
Las dos mujeres de Bartolo se relamían, por separado, con los ahorros navideños que el susodicho les había dicho que guardaba, y que era motivo para que él les recortara la platita que les daba cada quincena. Pero la realidad era que Bartolo no tenía ni medio centavo ahorrado y, lo peor, les debía a todas las cooperativas de la empresa. Ya ni bajaba a merendar ni a almorzar, comía solito allá arriba; medida que puso en práctica desde que entró octubre, cuando las tesoreras de los clubes navideños le decían, solo con movimiento de labios, ‘recuerda la cuenta, que ya estamos cerrando'. Por eso se quedaba hasta más tarde y llegaba mucho antes de la hora de entrada, para evitar que las mujeres, a las que en silencio él llamaba ‘desgraciadas y hambrientas de plata', le hicieran el cobro gestual que ya estaba a punto de enloquecerlo, porque no existía ninguna operación aritmética que le permitiera estirar su sueldo para pagar lo que debía y que le quedara para darles a Filadelfia y a Romelia el famoso ahorro navideño que no era más que un cuento de camino que ambas se habían creído.
Esa tarde del inicio de su desgracia, fue a la casa de Filadelfia, porque la bella reclamaba que la tenía en orfandad de cama. Nada más hizo llegar y ella le plantó la pregunta del millón ‘cuándo te dan el ahorro navideño'. Bartolo no contestó de inmediato, empezó a quitarse unas pega-pegas imaginarias que, según los movimientos de sus dedos, estaban en el pantalón. ‘Oye, que te estoy hablando', le dijo la exuberante mujer que llevaba tantos años en condición de amante que casi siempre se olvidaba que ella era la otra, y le exigía a Bartolo los mismos derechos económicos que la legal. El hombre pareció reaccionar y para coger aire contestó ‘qué cosa'.
Filadelfia se sacó su carta fuerte, de un manotazo nada femenino se sacó las dos tetas descomunales que eran las causantes de los desvelos de Bartolo. Se las puso en la nariz de él y le gritó: ‘No te hagas el pendejo, sabes bien lo que te estoy preguntando, pero abre bien los oídos y escucha lo que te voy a decir, si esos ahorros no me los traes en esta misma semana, jamás vuelves a poner ni siquiera el meñique en estos pechos, oíste. Y quiero que sepas que yo tengo muchas otras ofertas, y tengo que aprovechar ahora que todavía mis tetas valen una millonada, todavía no están caídas ni vueltas masa de hojaldre'.
Bartolo sintió que le dolía allá mismo, el miembro completito se retorció herido y un dolor agudo se le quedó en el escroto; se fue enseguida para su casa, donde Romelia le sirvió la cena y se la entregó preguntándole ‘cuándo te dan los ahorros navideños, recuerda que a mí me gusta comprar temprano, si lo dejo para después del Día de la Madre solo encontraré sobras, etc.'.
La pregunta, sencilla, impactó a Bartolo, quien lanzó al aire el plato rebosante de macarrones con salchicha. Los fideos quedaron regados por toda la sala, vinieron los hijos y le preguntaron por qué botaba la comida si él todos los días decía que estaba carísima. No hubo respuesta ni para la esposa ni para los hijos. Romelia les dijo a los hijos que no entendía el porqué de la actitud del padre. Y añadió: Yo solo le pregunté…
No pudo terminar, Bartolo, al igual que ‘el Chavo' en sus mejores tiempos, gritó: ‘Cállate, cállate que…', y se llevó las manos al pecho, luego a un brazo, caminó tambaleante y cayó en el viejo sofá que Romelia pensaba reemplazar pronto, precisamente con los ahorros navideños.
Su condición empeoró a los pocos minutos, de manera que se lo llevaron al hospital, donde quedó guardadito, demasiado débil para hablar o moverse. Su corazón no resistió las preguntas sobre la fecha de pago de los famosos ahorros navideños.