Carmín usado

Mirta formó un alboroto del tamaño de Júpiter cuando halló en el pantalón de Justo, su marido, un lápiz labial, con él en la mano jamaqueó al pobr...
  • domingo 26 de junio de 2016 - 12:00 AM

Mirta formó un alboroto del tamaño de Júpiter cuando halló en el pantalón de Justo, su marido, un lápiz labial, con él en la mano jamaqueó al pobre hombre que desayunaba de lo más inocentón. Paralelo al jamaqueo, la dama soltaba insultos en contra de él y de toda su estirpe, hasta la tatarabuela de Justo tomó; el hombre tuvo que meterle un cafá para que se callara y evitar la habladuría vecinal que a menudo debatía quién de los dos llevaba los pantalones largos en ese hogar. El toquecito fue un poco tardío, porque ya el oído de murciélago de los vecinos estaba al tanto y aquellos estaban en espera del desenlace de la gritería. Una vecina comentó que había visto llegar a Justo tarde la noche anterior: ‘Unas tres o cuatro horas más tarde de lo habitual', expresó la mujer con ese gesto de quien busca el dato que sabe que está en la computadora mental. Otro añadió que aquel llegó con un caminadito de borracho y que se atrevía a apostar un ojo a que por eso era la rabieta de la esposa.

‘Esa Mirta es celosa de vicio, siempre malpensada, qué tiene de malo que Justo se quede con sus amigos tomándose unos copetines, o será que ella piensa que el hombre casado ya no tiene derecho ni a tener amistades', decía otro curioso. Cuando, gracias a la gritería de ella, se supo el motivo de la disputa, resurgieron las especulaciones que iban desde que Justo llegó con la ropa untada de lápiz labial hasta alguna factura de supermercado con ese detalle. La misma Mirta puso fin a la habladera al vociferar: ‘De qué zorrilla es este carmín barato y requeteusado, alguna puerca que no sabe que los pintalabios solo se usan por un mes, ya sabía yo que era cuento tu jornada extra el viernes, pura pantalla para salir con esa asquerosa'.

Justo trataba de defenderse con una justificación creíble, pero la vaina era que el lápiz labial estaba usado y requetegastado, por eso Mirta no le creyó que se lo había comprado a los vendedores ambulantes que colman los metrobuses. La mujer ripostó altanera: ‘Para, para ahí, mentiroso del carajo, empezando, tú siempre viajas en piratas y segundo, no eres ningún imbécil para comprar algo usado, dime el nombre ya o yo voy el lunes a primera hora a tu trabajo a preguntar de quién es esta vaina, y ahí se va a formar, Justo, te lo advierto, se va a formar y ya sabes que tu jefe detesta esa clase de problemas'. En ese momento, Justo recordó haber escuchado que el hombre casado puede quedarse trabajando más de las ocho horas cualquier día, menos viernes, y ni pensarlo sábado después del mediodía, aunque le paguen una millonada, porque bien cierto lo del refrán ‘cuando el pobre lava, llueve', algo pasa y lo ganado se vuelve un problema o se va al carajo, como le pasaba a él ahora que no sabía cómo explicar ese carmín usado en el bolsillo de su pantalón.

¡¡¡¡¡DE QUIÉN ES ESA PORQUERÍA!!!!!, le gritó su mujer muy cerca del oído enfermo, por lo que Justo reaccionó violento y le dio, no una, sino dos, tres, cuatro y ya iba para la quinta pescozada cuando entraron los vecinos a defender a Mirta que gritaba que daba miedo. ¡¡¡¡¡Llamen a los policías para que se lo lleven preso por desgraciado y por pegarme!!!!!, gritaba la mujer, pero ningún vecino se animó a llamar a los tongos, convencidos de ese adagio más viejo que Matusalén y que dice ‘en pelea de marido y mujer nadie se debe meter'; y se fueron retirando poco a poco. En un santiamén, Justo logró quitarle el carmín usado, pero Mirta se lo arrebató de un escobazo y salió al vecindario otra vez a pedir que algún caritativo custodiara el carmín hasta el lunes, cuando ella iría con sangre en los ojos al trabajo de Justo a devolvérselo a la dueña…

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Enredado: Lo compré en el bus.

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Enredadísimo: ‘Tú no viajas en bus, tú andas siempre en piratas'.

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