Cara bonita, herramienta chiquita.
- viernes 03 de junio de 2016 - 12:00 AM
Roberto no era hombre de dejarse meter los pelos para adentro, por eso había podido mantenerse con dos amores por muchos años. Cuando la esposa Melania se ponía intensa él adoptaba una actitud de ofendido y retiraba toda comunicación con ella hasta que la rabieta por celos pasaba y entonces la pobre mujer venía solita a suplicar la reconciliación. ‘Ya la veré dentro de dos semanas cocinando mi sopa de pata para que me contente con ella', fanfarroneaba Roberto; e igual estrategia le aplicaba a la amante Tanya, quien le reclamaba lo que no debía, pero aquel sabía ponerla en su lugar con un discurso chocante: Mire, mi hijita, usted tiene dos ojos sanos, un par de oídos también sanos y una mente clarita, nunca le dije que iba a dejar a mi esposa, por lo tanto, coja su esquina y si le gusta, vamos a seguir tirando y si no, lástima porque usted sí lo hace bueno, pero de eso a dejarme someter o ponerme blandengue no lo espere, etc.'. Tanya se soltaba en un llanto desgarrador y Roberto se marchaba dejándola a merced de los mocos. Ni una perdida le ponía hasta que ella misma empezaba a enviarle chats ardorosos de reconciliación.
‘Así se manejan estos asuntos de dos mujeres, póngale cara dura y cuando ella venga a pedir amor suéltele toda la melodía de allá abajo y verá que las tiene a las dos contentas y ninguna lo deja, a ellas les gusta pelear para que después uno las contente a punta de garrote', decía Roberto a todos los necios que le pedían consejo sobre las diferencias conyugales o con la amante. Pero como bien apunta el refrán: No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, Tanya y Melania ya estaban desgastadas de tanto sufrimiento, habían dejado parte de sus mejores años insultándose, amenazándose y jurando que lo dejarían si él no se decidía por una de las dos.
‘Yo soy la esposa, yo soy la que tengo los papeles, la legítima', le dijo Melania cuando se encontraron para ‘dialogar' el problema en busca de una solución; ‘pero yo soy la que tengo el sabor, soy la sólida aunque no tenga papeles', contestó Tanya, y a la otra no le gustó que le confirmara en su cara que ella se revolcaba con su marido, y le mandó un derechazo sólido que la rival devolvió duplicado. Entre la gritería de los otros comensales se agarraron en un encuentro que parecía el baile de la seguidilla, de la mesa que ocupaban pasaron a la siguiente prendidas del pelo o empujándose, salieron a relucir las uñas y el dueño del restaurante mandó a parar el combate. Les dijo que llamaría a la Policía, pero ellas le rogaron que las pusiera a fregar platos o a cualquier cosa, menos llamar a los tongos. Estaban lavando platos juntas cuando se les acercó una empleada del restaurante y les preguntó si el tal Roberto era tan bonito como para que ellas se pusieran al borde del ridículo. Las dos sacaron sus celulares y le mostraron al hombre amado. ‘Bien bonito verdad, pero de seguro que lo tiene chiquito, así es la naturaleza al bonito solo le da un pedacito', dijo la mujer y ellas se miraron avergonzadas, dándole a entender que era cierto. La empleada del restaurante, que siempre hablaba como si se las supiera todas, les dijo que la vida es muy corta como para irse de este mundo sin probar un verdadero manduco. ‘Ya ustedes están cuarentonas y todavía no saben lo que es gusto de verdad, hay que sentir ese bichote entrando hasta las profundidades para poder decir que se ha vivido el verdadero placer, etc.', les ‘aconsejó' aquella cuando Tanya Y Melania terminaron la fregadera.
Roberto no supo nunca de esa conversación, pero antes de un año las dos lo habían dejado poco a poco, Tanya perdió el ardor que la caracterizaba y Melania no volvió a sentir ganas de hacerlo con él.
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Sincero: ‘nunca le dije que iba a dejar a mi esposa, por lo tanto, coja su esquina'
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Ingenua: ‘Yo soy la esposa, yo soy la que tengo los papeles, la legítima'