Bigotudo

Yo ando contigo por eso, porque me lo haces rico, sin eso lo nuestro se va al carajo enseguida’
  • jueves 13 de noviembre de 2014 - 12:00 AM

Nadie sabía por qué a Nivia le gustaba tanto el bigote de Lucho, su marido, a quien le tenía prohibido depilárselo. Algunos trataban de descifrar el enigma pregonando que de seguro el caballero metía esta mata de pelo por allá por donde, como compuso Herrera Sevillano, ‘no entra el sol, que el sol es aristocrático’. La ‘manda’ impuesta por su mujer no le fue difícil de llevar, le daba igual tener bigote que andar lampiño, pero apenas entró Norma a su vida todo se le complicó, porque el bigote, que en cada encuentro hurgaba por partes muy íntimas, le provocaba severas cosquillas a la bella, que se soltaba en una risa imparable que terminaba poniendo de mal humor al caballero. Fue ella la que le pidió que se lo quitara, pero él se negó y aseguró que no le haría más aquello que tanto le gustaba, decisión que enojó a Norma, quien le aclaró: ‘Yo ando contigo por eso, porque me lo haces rico, sin eso lo nuestro se va al carajo enseguida’. Terminaron enseguida, pero 69 horas después él la llamó y le dijo: ‘Hoy mismo me lo quito si es ese tu deseo’, y se lo quitó; se encontraron esa misma tarde, Norma llegó dispuesta a cualquier invento en la cama, de la que salieron dos horas después, cuando empezó el calvario de Lucho: ‘¿Qué le digo a mi mujer, qué le invento?’, se preguntaba aculillado mientras manejaba hacia su hogar, donde Nivia llegaría con la pregunta ¿por qué te quitaste el bigote?

Tuvo Lucho que inventar que le habían caído piojos en esa parte y que para evitar un riesgo mayor había tomado ‘con dolor en su alma’ la decisión de darle materile. ‘Pero no te preocupes, mami, ya me crecerá de nuevo y voy a andar ojo al cristo para eliminar esos piojos antes de que cojan fuerza’, aseguró Lucho y se metieron a la recámara a darle al cuerpo lo que a él le toca, y le fue muy bien a Nivia sin el bigote, tanto que le dijo a su marido que no se preocupara que también le gustaba que se lo hiciera sin bigote, lo que alegró al hombre, pues ya se quitaba el problema de que la amante quería sin bigote y la de la casa prefería sentir el choque de vellos...

El bienestar emocional no fue muy duradero, porque al día siguiente, una sobrina de pocos años le gritó ‘te ves feo, tío, te faltan los pelos sobre la boca’. En el trabajo también hubo una deslenguada que le dijo delante de todos ¿y qué pasó con tus bigotes?, esos eran los que te ponían en la tómbola de los casados guapotes.

Tantas emociones contradictorias le fueron menguando el carácter y decidió dejar que le creciera de nuevo. Se lo comunicó a su mujer, pero esta insistió en que era la voz de ella la única que debía interesarle y que si a ella le gustaba como estaba ahora que se quedara así.

‘Ya te dije que me lo voy a dejar crecer’, aseguró Lucho, y su mujer le armó un espectáculo de reclamos y de insinuaciones que lo derrumbaron. ‘Se queda como está’, afirmó Nivia y se fue hacia otro punto de la casa, pero Lucho insistió hasta que la mujer le dijo que no le creía ni medio pelito del cuento de los piojos en el bigote, por lo que a Lucho no le quedó otra que aplicar su lógica: Si te vas a poner difícil, prefiero irme y volver cuando razones.

Solo sintió que algo se estrellaba en su cabeza y se agachó para recoger el objeto y devolvérselo a la dueña, que no aguantó el golpazo y cayó. Le tocó a Lucho llevarla a un centro médico y luego presentarse a un juzgado para responder a los cargos que en su contra formuló Nivia.

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