No hay arbolito para esas

Las caras de preocupación de los empleados de Pepinos Cachimbones S. A. alarmaron al jefe Henríquez, quien temió lo peor: ¿Qué pasó?, pr...
  • jueves 05 de diciembre de 2013 - 12:00 AM

Las caras de preocupación de los empleados de Pepinos Cachimbones S. A. alarmaron al jefe Henríquez, quien temió lo peor: ¿Qué pasó?, preguntó a gritos. Haga algo, por favor, López lleva cuatro horas encerrado en el baño amenazando que se va a suicidar, suplicaron los compañeros. ¿Alguien sabe la causa?, preguntó el jefazo. Voy a darle lo que pida, sea lo que sea, menos una tragedia aquí en mi empresa, anunció el buen hombre.

¡Averigüen!, ordenó el jefe. Corrieron todos: dice López que no tiene para comprar un arbolito canadiense de 3 metros y que si no llega con eso hoy, lo guillotinan. ‘Eso es lo de menos, Arelita dele el dinero ya, que se vaya a comprar un arbolito de ese tamaño, aseguró el viejo. Entre varios lo sacaron del baño y lo peinaron; su amigo íntimo, Julián, lo acompañó a la caja a buscar el dinero para la dichosa compra. Dale las gracias al jefe, le pidió el amigo. ‘Gracias, don Henríquez, disculpe, pero es que mi querida me traía ‘jochao’ con el antojo del arbolito’. De inmediato se oyó el berrido del jefe, quien le rompió el cheque, gritando que esa era una empresa seria y sus empleados también, aquí no se les da nada a las queridas, no hay arbolito para esas.

Las constantes llamadas de su amante demandando cuanto antes el pino lo pusieron tan nervioso que salió dispuesto a conseguirlo, así tuviera que robárselo.

Fue a diferentes sitios, pero nada, no le alcanzaba. Examinó el área simulando que era un comprador. Una discusión entre un cliente y la billetera, por unos chances casados, subió tanto de volumen que el vendedor de arbolitos se acercó a ver la pega. López aprovechó el descuido y agarró el árbol más grande. Salió corriendo como un loco con el frondoso acompañante a rastras. Otro cliente alertó al vendedor, quien empezó a perseguirlo gritando ¡ladrón, se robó el arbolito más grande! La persecución se tornó peligrosa cuando el vendedor, acompañado de varios voluntarios, se lanzó a la calle, entre los autos, gritando ladrón, se robó el arbolito más grande.

Allá va, ese mismo, el del suéter blanco y el pantalón azul, gritaban los perseguidores.

López respiró hondo cuando logró meterse en una esquina y dejarlos atrás. Por fin, pensaba, y echó a correr. En la huida le pegó con el arbolito a un patrulla estacionado. Fíjate bien, carajo, quieres que te dispare, le dijo el policía. ‘No, por favor, no’, dijo López y el hombre le indicó que se perdiera, pero solo avanzó una cuadra, porque lo detuvo el mismo policía, alertado por otro compañero. Le quitaron el arbolito y se lo llevaron detenido. El pánico lo invadió, horas después, al escuchar afuera la voz de su esposa: ‘Él no es ningún ladrón, y de un pino menos, ya nosotros tenemos arbolito’. ‘No, mire las fotos, señora’, dijo alguien. Cuando dejaron pasar a su mujer, López quiso que la celda se abriera y se lo tragara enterito. Con una voz que metía miedo ella entró gritando: ¿¿¿¿Para quién era ese arbolito????

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