Que no te agarren de pendeja

El comentario enfureció a Isabel, quien se volvió el mismísimo diablo, y persiguió a la vecina hasta alcanzarla y tumbarla con una zancadilla
  • domingo 17 de marzo de 2019 - 12:00 AM

La historia se repite a diario: Cada quien cree la mentira que mejor le acomoda. Ver a un hombre comprando cortinas es cosa rara, mucho más si carga cara de ‘escapado'. ‘Eso no es de ahí, este anda en algo y su mujer lo debe saber', pensó Jilma cuando vio al vecino Leopoldo en un almacén mirando cortinas y consultando con la vendedora, y con la rapidez que se propaga el mal, se situó en un punto estratégico para captar todo sin ser vista, y enseguida le chateó a su prima para que esta buscara las vías que le llevaran el misil a Isabel, la esposa de Leopoldo, quien tomó fotos y envió, fue en el momento en que, al parecer, esperaba la respuesta, que volteó a ver adonde estaba Jilma, que le ganó por un pelito y se escabulló más rápido que olvidar los favores recibidos.

Salió enseguida, feliz por la primicia, y por el celular mandó el misil para ponerle fin a una relación de muchos años. El cuento pasó por tres personas antes de llegarle a Isabel, que se llevó las manos al pecho, se las quitó y repitió la acción cinco veces antes de gritar: ‘Eso es una calumnia, quién te dijo ese bochinche, mi marido salió a limpiarles la casa a unos ricachones, porque aún no hemos comprado los libros de la escuela privada de nuestros hijos, enséñame ese chat, enséñamelo o aquí corre la sangre'. La vecina portadora de la mala noticia no se dejó aculillar, y con esa sangre fría de los cizañosos, le contestó: ‘Ay, vecina, agradezca que la pongo al tanto para que no la agarren de pendeja, y no me pida lo que no le voy a decir, ese nombre me lo llevo a la tumba.

Pasaron media hora en un faitin verbal que culminó cuando Isabel le metió un empujón a la vecina, y trató en vano de quitarle el celular, pero aquella no se dejó y se fue gritando: ‘No hay peor ciega que la que ya vio la realidad y decide volver a cerrar los ojos'.

El comentario enfureció a Isabel, quien se volvió el mismísimo diablo, y persiguió a la vecina hasta alcanzarla y tumbarla con una zancadilla, pero aquella, apenas se vio en el suelo puso el celular entre sus intimidades y desde abajo la retó: ‘Metes la mano ahí y te mato con esto'. No dijo con qué, pero Isabel sintió un frío metálico en sus costillas, algo que la acariciaba nada más, y pensó en sus hijos que estaban apenas iniciando el año escolar, y se levantó dejando a la vecina en libertad, pero esta se le rio burlonamente a quemarropa y añadió: ‘No toda la vida podrás tapar el sol con tus manos'.

Así las halló Leopoldo que volvía de la calle, del supuesto trabajo de limpiacasas. Su mujer se le abalanzó acusando a la vecina de calumniadora, y este, para su mala suerte, le soltó un bonchao de carajazos e improperios a la vecina, quien no soportó las ofensas, y desahogó su ira gritándole: ‘No soy ninguna bochinchosa, tú andas con otra, por qué estabas en el almacén tal comprando cortinas, les sacaste foto a varias y las enviaste y esperaste la respuesta antes de comprarlas'.

Un bofetón fue la respuesta de Leopoldo, y eso provocó que el marido de la vecina viniera a cobrarle el golpe, se enfrascaron a puño limpio ante la gritería de las mujeres del barrio. Hubo un momento en que el mismo Leopoldo se sacó la cartera y se la lanzó a Isabel pidiéndole: ‘Saca una navaja que cargo ahí'. No se supo de dónde sacó la otra mujer una navaja y ya iban ambas a pasárselas a sus maridos cuando llegó la Policía, y se los llevó a los dos. ‘Aquí no llevamos lloronas', dijo un policía cuando Isabel y la vecina intentaron subirse al patrulla.

A medianoche oyeron gritar a Isabel, algunos corrieron a saber el motivo; la hallaron sentada en el piso de la terraza, llorando con un desconsuelo de muerte, y les mostró el hallazgo sacado de la cartera de Leopoldo: un recibo de pago de cortinas del mismo almacén nombrado por la bochinchosa.

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