‘Aeroplano'

- miércoles 29 de marzo de 2017 - 12:04 AM
El topón con Polidoro, el esposo de mi novia, estaba pronosticado, sin saberlo yo, que era el rival, para las primeras horas del domingo.
Ya habíamos tenido varias peleítas ella y yo, siempre por el mismo motivo, porque Layla seguía con él y no daba muestras de dejarlo, y porque se enfurecía cuando yo le gritaba que cómo podía vivir y dormir todas las noches con un viejo hediondo a medicina, polilloso y más viejo que el aeroplano. De esos arrebatos míos quedábamos disgustados, porque Layla se enojaba y hasta me amenazaba con abandonarme por completo si yo insistía en ofender a su marido. Siempre terminaba yo llamándola luego de varios días en los que ella no me llamaba; le pedía perdón y le prometía ‘no volverlo a hacer'.
Pero no eran largos los días de felicidad entre mi novia y yo, siempre surgía una diferencia nacida de mis celos y mi antipatía hacia el marido de ella; la pregunta ‘cuándo vas a dejar al viejo ese, a Matusalén', le preguntaba yo a menudo, y Layla evadía la respuesta, solo contestaba ‘te he dicho un millón de veces que no lo llames así'. Yo le repetía: ‘Al César lo que es del César, tu marido es más viejo que el aeroplano'. Y empecé a llamarlo ‘Aeroplano', lo que la ponía furiosa. A pesar del nuevo apodo puesto por mí a Polidoro, seguíamos en la lucha hasta una tarde en que la paz nuestra se rompió cuando me dijo que había hablado con el gerente para que le diera trabajo a un primo del viejo, recién llegado de El Chirriscazo porque lo hallaron tirándose a la mujer de un compadre, quien le pegó una correteada con el filo resplandeciente del machete zumbándole los oídos. ‘Ojalá pudiera yo corretear así a ‘Aeroplano', para dejarlo bien muerto', dije yo, y enseguida ella se me abalanzó dándome una bofetada con la consabida frase ‘no lo llames así, él no es tan viejo como tú crees ni tú eres tan joven como quieres aparentar'.
Fue ese el principio del fin de lo nuestro. Al día siguiente, apenas vi al primo de ‘Aeroplano' me invadió un presagio. No le hablé ni lo traté, mi antipatía por Polidoro era tan grande que se extendía a toda su parentela. El interiorano se ganó enseguida la simpatía de todos los compañeros, solo yo no lo trataba ni le daba los buenos días, su presencia me puso de peor humor, porque por su culpa, no podía ver tan a menudo a Layla, porque ella se cuidaba de que el cholo del carajo no sospechara nada.
No sé si hubo un sapo o qué, lo que me dio a entender que aunque Layla y yo no nos tratábamos en la oficina, alguien sabía de nuestro romance y se lo dijo al interiorano, que tuvo la osadía de agarrarme en un pasillo, sacudirme y decirme en voz baja: ‘No se siga cogiendo a la mujer de mi primo, porque se los voy a bajar a punta de filo'. No pude ni contestarle, porque siguió caminando como si nada y siguió su faena. Sospecho que el marido de Layla le revisó el celular, y descubrió que yo lo llamaba viejo, Matusalén y Aeroplano, porque eso fue lo que me reclamó cuando me agarró desprevenido mientras yo compraba mi lotería.
Cuando me viré para responderle había un gentío en espera del espectáculo: ‘Qué de qué, qué chu… hablas, viejo alcanforado y polilloso, te voy a quitar a tu mujer', le grité, y él me plantó un bofetón con su mano de viejo, y me mandó al piso enseguida. Me agarró ahí mismo, y me dio puño hasta que un policía nos apartó porque yo, aunque debajo del aeroplano, también lo sonaba duro.
La pelea la ganó él, ambos quedamos golpeados, yo más, la mano matusalénica me mandó al hospital, y lo peor: el viejo polilloso se quedó con ella. Layla me dejó para siempre y supe hace poco que está preñada del viejo.