La piedra de alumbre me salvó
- jueves 14 de abril de 2022 - 12:00 AM
Quisiera saber a qué viene esa obsesión de los hombres en ser los primeros en la vida de una mujer.
Quieren que la guial esté activa, al día en las poses y herramientas sexuales; pero cuando son complacidos, los celos les embargan y vienen como la aburrida pregunta, ¿dónde aprendiste eso?
Dan es pereza. Sí, hasta sueño. Es por eso que con los primeros 15 hombres que estuve en mis primeros años en estas andanzas, me tocó mentir.
Descubrí que después de mi primera vez, cada hombre con el que estaba manifestaba sentirse decepcionado porque se daban cuenta que el sello ya había sido penetrado.
Lo que descubrí es una de las mejores maneras para demostrarle a los hombres, que si no eran quienes habían descubierto los más ocultos rincones de mi cuerpo, al menos serían uno de los primeros.
Andaba con un man que estaba caliente en el barrio. Calitín me lo daba todo. Amor, mis tres golpes de comida y sexo por montón. Pero como les pasa a todos los que andan en malos pasos, le tocó pagar cana por pandillerismo.
Calitín tenía una obsesión por que yo le fuera fiel. Decía que si me había entregado a otro antes de conocerlo a él, era capaz de dejarlo por otro. Cosas de machistas.
Ocurrió que cuando pagaba cana me tocaba ir a la conyugal, el problema era que ya yo tenía mi jujú con Yandel, el mejor amigo de Calitín.
Para que no se diera cuenta que otro marinero navegaba por mis aguas, utilicé el remedio popular aplicado por las mujeres del barrio.
Me coloqué piedra de alumbre en la vagina con tal de todo eso allá adentro se estrechara.
Llegué a la conyugal y Calitín parecía endemoniado me gritó que me quitara la ropa. Realmente, por primera vez, me sentí presionada.
Yo que no soy ni una santita, me comporté como tal. Me quedé petrificada. En mi mente solo me preguntaba si se daría cuenta o no que yo no lo esperé a que saliera de la prisión.
Me chupeteó y me dejó marcada como para anunciar que yo tenía dueño. ¡Pero yo no soy objeto de nadie!
De juego previo no me dio chance y fue pa'l asunto de una vez, y yo estaba reseca. Mete, saca, mete, saca y ya. No demoró ni dos minutos. Él sí que tenía ganas de ver a la Rosa Fogosa.
Quiso tirar otra vuelta, pero me vio desinteresada y me armó un chiquishow. ‘¿Con quién me quemaste?', decía. Yo me puse a llorar y saqué mi arma de manipulación.
Le dije que me sentía ofendida por su parte y que estaba así porque para mí era como si fuera mi primera vez. Tanto tiempo sin poderlo ver, hicieron que se me olvidara que era el sexo. ¡Y se comió el cuento!
Enseguida me dijo que estaba encantado conmigo, porque se dio cuenta de que le estaba siendo fiel y lo estaba respetando.
Al final, me fui con la moral por el piso. Con un ardor, pero con la tranquilidad del deber cumplido.
Caminando para salir de la conyugal, me di cuenta de que a Calitín le faltaban 15 años más de cárcel. A él metieron un caso por un arma con el que se había cometido un asesinato.
Ahí fue que medité, ya Calitín no era un pesado, no me brindaba calor, ni estabilidad económica. Más bien era una carga, un trauma mental que me mantenía estancada.
Por eso, esa fue la última vez que lo visité. De esta experiencia aprendí que aunque conseguí engañarlo como planeé, ya no lo quería.
A mis 19 años recapacité y me busqué a otro más tranquilito, que no conociera ni a Yandel ni a Calitín. Un hombre con el que volví a utilizar la técnica del alumbre y se comió el cuento de que yo era una santita.
Por ahí andará contando que fui su primera vez. ¡Qué iluso!