Le marcaba el cuerpo con símbolos del diablo
- sábado 07 de junio de 2025 - 11:00 PM
Se escuchaban rumores. Gritos que salían de un cuarto oscuro. Mujeres que entraban y nunca salían. Cuerpos arrojados en basureros. Pero nadie imaginaba que estaban frente a uno de los asesinos más aterradores del Caribe: Tomás Maldonado Cera, el hombre que, según la Fiscalía, asesinó al menos 10 mujeres en nombre de rituales satánicos.
Su apodo en las calles no dejó lugar a dudas: “El Satánico”. No solo mataba. Deformaba los cadáveres. Les marcaba la piel con cruces invertidas, estrellas de cinco puntas y otros símbolos usados en prácticas ocultistas.
Su historia no es una película. Es real.
Corría el año 2002. En una zona apartada de Soledad, fue encontrado el cuerpo de una joven. Estaba desnuda, boca abajo, con signos de asfixia. Su cuerpo había sido posicionado con precisión, como si formara parte de algún ritual. No tenía documentos. Nadie la reclamó.
La policía clasificó el caso como feminicidio, pero sin pistas. Fue uno más de los muchos que ocurren en esa zona marcada por la pobreza, el desempleo y la violencia.
Pero los cuerpos siguieron apareciendo. Mujeres solas. Jóvenes. Algunas trabajadoras sexuales. Siempre con signos similares: golpes en la cabeza, estrangulamiento y marcas extrañas en la piel. Nadie unía los puntos. Nadie lo veía venir.
Tomás vivía en el barrio Villa Katanga, en Soledad. Era un hombre aparentemente normal. Tenía mujer. Hijos. Trabajaba como mecánico y electricista. Iba a la iglesia los domingos, pero también coleccionaba libros de magia negra. En el fondo de su casa, había una habitación cerrada con candado, donde decía que guardaba herramientas.
Pero allí dentro, según las autoridades, realizaba los rituales más espantosos.
Sus víctimas eran atraídas con engaños. Les ofrecía trabajo, ayuda o incluso dinero por favores sexuales. Una vez en su casa, las drogaba, abusaba de ellas, las mataba y luego las marcaba con símbolos.
La clave fue Brenda
En 2018, una mujer desapareció Brenda Pájaro. Era madre, trabajadora social y conocida por ayudar a otras mujeres. Tenía una relación anterior con Maldonado, pero lo había dejado por violento.
La familia no descansó. Denunció. Presionó. Y finalmente, el cuerpo de Brenda fue encontrado en un lote baldío, envuelto en bolsas, con signos de tortura y símbolos dibujados en el cuerpo.
La policía vinculó a Maldonado con el crimen. Lo arrestaron. Al principio, lo negó todo. Pero luego, empezaron a caer las piezas.
Durante el allanamiento a su casa, los investigadores encontraron una libreta negra. En ella, Tomás había anotado frases como “la sangre es vida”, “el sacrificio fortalece” y “Satán me guía”.
Había dibujos. Estrellas, figuras demoníacas, nombres de mujeres, fechas. Algunas coincidían con desapariciones no resueltas.
A partir de ahí, se reabrieron casos de más de una década atrás. El patrón era el mismo. La forma de matar. El simbolismo. El tipo de víctimas.
El “Satánico” se convirtió en el principal sospechoso de al menos 10 feminicidios, aunque se cree que podría haber más.
Una cara, dos mundos
Los que lo conocieron no podían creerlo. Maldonado era “buena gente”, decían. Arreglaba ventiladores. Daba consejos. Pero por la noche, se transformaba.
Las pericias psicológicas revelaron que padecía de trastorno antisocial de la personalidad, pero no estaba loco. Sabía lo que hacía. Planeaba cada crimen. Buscaba víctimas vulnerables. Se deshacía del cuerpo sin dejar huellas.
Algunas vecinas recordaron que escuchaban cantos extraños por la madrugada. Otras, que lo vieron quemando ropa femenina en su patio.
En 2023, Maldonado fue condenado a 46 años de cárcel por el crimen de Brenda Pájaro. Fue el primero en ser probado con pruebas contundentes.
Durante el juicio, nunca pidió perdón. Se mostró frío, calculador. Su única reacción fue cuando le preguntaron si creía en Dios. Respondió:
“Dios no está. Solo el que manda en la oscuridad”.
La Fiscalía colombiana aún trabaja en vincularlo formalmente a los otros casos. Pero el miedo ya quedó sembrado.
Los investigadores no encontraron una secta. Todo apunta a que actuaba solo. Pero en su mente, no era un asesino común. Se veía como un “elegido”.
Los dibujos en sus libretas, los símbolos en los cuerpos, la frialdad con la que ejecutaba los crímenes: todo mostraba una devoción retorcida a una especie de fe satánica.
Era como si quisiera que cada crimen fuera un sacrificio. Un tributo al mal.
¿Cuántos más?
Hoy, varias familias siguen buscando a sus hijas desaparecidas. Mujeres que encajan en el perfil de las víctimas de Maldonado. La policía ha empezado a exhumar cuerpos sin identificar de los últimos 20 años en Barranquilla.
Y aunque el “Satánico” está tras las rejas, el miedo permanece.
Porque la maldad, a veces, se esconde detrás de una sonrisa y un saludo cordial. Porque los demonios, como Tomás Maldonado Cera, no tienen cuernos... pero sí libreta y rituales.