El infierno de León: le clavaron aguja en la espalda

El caso del bebé cobró notoriedad a partir de los hechos ocurridos el 19 de septiembre de 2021, cuando fue ingresado por su madre al hospital
  • sábado 20 de septiembre de 2025 - 11:00 PM

En un rincón sombrío de Berazategui, en Argentina, donde las casas parecían retener el aliento y los perros ladraban a lo invisible, vivía un pequeño de 18 meses de nacido de ojos grandes y silenciosos. Se llamaba León Aquino, aunque su rugido nunca alcanzó a nacer.

La casa número 2600 de la calle 162 era una cárcel sin barrotes. Desde afuera se oían risas huecas, música que se deshacía en gritos, y, a veces, el llanto ahogado de niños que aprendían a temer al silencio. Allí vivía León con su madre y el hombre que decía ser su padrastro. Y con ellos, la sombra.

Porque algo oscuro se arrastraba por los rincones de esa casa. No tenía forma ni rostro, pero se sentía en el agua helada lanzada como castigo, en la pimienta escondida entre los fideos, en el golpe repentino que caía como rayo sobre carne tierna. León conocía esa sombra. Dormía con ella.

Nadie sabe en qué momento exacto comenzó el ritual. Quizás fue un juego al principio, como dijo la madre. Un mordisco para hacer reír. Una marca para dejar huella. Pero el juego se volvió hambre. El hambre, castigo. Y el castigo, tortura.

Una aguja oxidada de coser, de apenas 2,5 centímetros, fue elegida por la sombra como su nuevo instrumento. Entró en la carne de León sin sonido, se enterró en su espalda como un secreto podrido. No fue la única. Sus dedos, sus pies, su cuello... cada pinchazo fue una oración dicha al revés.

Los vecinos veían, oían, callaban. Algunos se atrevieron a hablar, pero las denuncias se perdían en el laberinto de la indiferencia. El invierno llegaba y León era dejado frente a la ventana, mojado, temblando, como si quisieran borrar su calor.

Hasta que un día, exactamente el 19 de septiembre de 2021, su cuerpo se rindió. Lo llevaron al hospital diciendo que se había ahogado con leche. Pero la muerte no miente: bajo la piel del niño dormía una infección, una septicemia feroz como bestia acorralada. El veneno de la aguja se había esparcido, lento y cruel, como si incluso la muerte quisiera hacerle daño.

Los médicos encontraron las marcas. Una mordida en el cuello. Coincidía con los dientes de su madre. Agujas, hematomas, el alma hecha jirones.

Los dibujos de sus hermanos hablaban lo que sus bocas no podían: monstruos con pinchos rodeando figuras pequeñas, como él. Gritos de crayón sobre hojas arrugadas.

El juicio llegó. El 15 de septiembre de 2025, el tribunal oyó excusas vacías. Ella, Yesica del Carmen Aquino (36), su madre, dijo que sólo jugaba. Él, Roberto Carlos Fernández (31), su padrastro, dijo que no era un monstruo.

Pero los monstruos no siempre tienen colmillos. A veces se parecen a los padres. A veces se llaman por su nombre y te miran mientras te rompen.

El veredicto fue claro: cadena perpetua. No por justicia. Porque ya no había otra forma de encerrar lo que no debía haber existido.

Y así, la casa 2600 quedó en silencio. León no rugió. Nunca pudo. Pero su sombra sí: se alzó en las palabras de quienes hablaron por él, en los dibujos que contaron su historia, en la sentencia que lo nombró.

Dicen que, por las noches, una brisa helada aún sopla por esa calle. Y que si uno escucha con atención, puede oír el tintinear de una aguja cayendo al suelo.

Y un llanto. Muy suave. Que no se apaga.

Lo que le hacían

• Le daban golpizas a mano abierta o con palos.

• Lo mordían en el cuello (las marcas eran compatibles con la de su mamá), en las manos y en otras partes del cuerpo.

• Lo bañaban y, en pleno invierno, lo dejaban desnudo, al lado de la ventana, al viento, para que se congelara.

• Le hacían caminos de pan en la cuna para que se llenara de hormigas negras y lo mordieran.

• Le ponían pimienta en la leche de la mamadera o le escupían flema en su interior.

• Le tapaban la cara con las almohadas cuando lloraba, hasta casi ahogarlo.

• Le tiraban agua helada.

El pequeño León vivió un verdadero infierno.