- martes 17 de mayo de 2022 - 12:21 PM
Corazón noble y entregado, que ha permitido que se gane el cariño de las personas que se acercan a las instalaciones de salud donde ha trabajado. No es extraño que se le aproximen personas, para decirle, “Usted atendió a mi mamá hace 20 años cuando estuvo enferma, ¡Gracias!”
Ante estos hechos, Miss Irenia Holanda Batista, solo sonríe y aunque muchas veces por el paso del tiempo, no recuerda sus caras, acepta sus halagos llena de mucha humildad. Además le agradece a Dios, por enseñarle cual es la vocación que hasta el sol de hoy la mantiene enamorada, la enfermería.
Los primeros rayos que le iluminaron el camino a seguir, vino de una manera en el que el amor y el dolor se abrazaron y fue cuando su abuela- con quien se crio- se enfermó con cáncer cuando ella, tenía 17 años. En ese momento ella correspondió con todo el cariño que un alma adolescente podría ofrecer, brindándole sus cuidados.
En esos instantes, cuando se siente que el tiempo se detiene en la sala del hospital, le permitieron observar la forma en que los “ángeles blancos” servían a los pacientes.
“Yo las veía a ellas, como trabajaban, y yo siempre quise ayudar, siempre quise ser enfermera. Desde niña mi abuela me decía que veía como cuidaba las muñecas”, recordó.
El tiempo que vivió su noble madre de crianza y abuela, fue de tan solo un mes, desde que se le descubrió el mal hasta que fue hospitalizada.
Como el tiempo condiciona los minutos que cambian nuestro destino, uno ellos, en la vida de Miss Irenia, fue cuando su vecina, la señora Norma Rodríguez de Ledezma, técnica en enfermería, en la sala de Urología el hospital Santo Tomás, le ofreció una oportunidad para que sufragar sus gastos personales y escolares tras la muerte de su abuelita, haciéndole los enganches para cuidar enfermos.
“Eso como que me fue gustando, el cuidar a las personas, esa empatía que yo sentía con los pacientes”, aceptó.
Todo lo aprendido con la práctica la fue entusiasmando a querer profesionalizarse, por ello ingresa en la Facultad de Enfermería, de la Universidad de Panamá, donde se gradúa en 1991.
Esos primeros años fueran marcados por épicas situaciones cuando fue asignada a laborar área Este de la provincia de Panamá, siendo su primer trabajo dentro de las entidades gubernamentales, en el Ministerio de Salud, siendo asignada al Hospital de Chepo, al Cuarto de Urgencias, donde rotó por diferentes áreas.
De allí fue trasladada a centros de salud de diferentes comunidades, que aunque hoy tienen otra semblanza, en esos tiempos algunos de estos sectores, tenían muchas comunidades rurales, con caminos rudos para transitar. En esos escenarios, pudo ver muchos animales en soltura, además de felinos salvajes, que eran perseguidos ya que se comían a los vacunos.
Entre los lugares que laboró estuvieron Pacora, la isla de San Miguel, Cerro Azul, San Martín.
El personal era poco, y las necesidades muchas. El temperamento de los residentes forjado por el arduo trabajo era amable, y muy reservado, rayando en algunos casos en lo hermético. En esas actividades tanto dentro como en extramuros, detectaron diversos males como el cáncer, tuberculosis, VIH y enfermedades crónicas no trasmisibles; sin embargo las urgencias más comunes eran por mordedura de serpientes.
Destacó que para las mujeres en estado de gravidez las cosas no eran tampoco fáciles, puesto que al momento del alumbramiento a muchas que vivían en esas montañas, las debían trasladar en hamacas.
Una de las anécdotas fue cuando en esos años, tuvo que trasladarse al sector de Mamoní, lugar al solo se podía ir dos veces al año, el motivo de la visita era el llevar a esa comunidad el Programa de Leche e Hierro para niños menores de seis años.
Para poder llegar a la comunidad debían pasar por un río llamado Chapa, al que debieron transitar en un vehículo doble cabina. Las fuertes aguas movieron el auto como un barco de papel, al punto que se volcó, para poder librarse de las fuerza del río, la tuvieron que pasar junto con al resto del pequeño equipo de salud, amarrados con sogas.
Llegada a la CSS
Casada y con dos niñas pequeñitas, se enrumba hacia otra aventura entre jeringas, gasas y uniformes sanitarios, al ingresar a la Caja de Seguro Social donde laboró por unos diez años en el Cuarto de Urgencias del Complejo Hospitalario “Dr. Arnulfo Arias Madrid”.
El trabajo era pesado, donde había que hacer cuidado integral de paciente, cierre de admisiones, inyectables, tomas de laboratorio, porque en ese tiempo, no había flebotomistas exclusivos para el cuarto de urgencias.
La enfermera y el técnico de enfermería reseñó, se debían de unir para que fueran una sola pieza, para poder sacar el trabajo.
También tuvo espacios en los que rotó por otras salas como Cardiología, Neonatología; no obstante, por sus conocimientos era llamada nuevamente a Urgencias.
Tras diez años, pasó a la Policlínica “Presidente Remón” donde laboró en dispensario, epidemiología, ginecología, supervisión, salud ocupacional, docencia, entre otras áreas
Seguidamente en la rotación llegó a la Clínica del Empleado en Clayton, donde brinda atenciones con calidad y esmero, ganándose el cariño y respeto de los colaboradores, a quienes además les insta a cuidar su salud, sobre todo en estos tiempos, en lo que el virus del Covid – 19, busca siempre regresar con más fuerza.
Además de la formación adquirida por el fragor de la experiencia Miss Irenia, saca tiempo para mantenerse actualizada en sus conocimientos y también para adquirir nuevas herramientas para la vida por ello tiene además de la licenciatura en enfermería, ostenta estudios a nivel de maestría en docencia superior y administración, porque su ilusión es poder trasmitir conocimientos a través de la enseñanza.
A los jóvenes que en estos momentos están en ese proceso de saber qué carrera seguir y se sienten inclinados por la enfermería, los instó a perseverar, que lean mucho, porque la enfermera siempre se está actualizando y sobre todo que quieran mucho al prójimo, que es la razón que mueven el corazón de las enfermeras.