- viernes 29 de noviembre de 2024 - 12:00 AM
Las audacias y los actos de rebeldía del Dr. Belisario Porras se reflejan tanto en su pensamiento como en su acción. Abogado, militar, poeta y tres veces presidente, Porras forjó su carácter en la ideología liberal. Fue testigo de los hechos políticos de corrupción desde sus años de estudiante. Esta vivencia lo llevó a despreciar las frías alocuciones con las que el Partido Conservador justificaba la democracia. Todo estaba cimentado en fraudes electorales y la dilapidación del erario público, mientras los gamonales y los ricos burgueses de la zona de tránsito proclamaban su dudosa honestidad, proyectando la historia de la Patria Boba.
Nuestro devenir ha sido forjado desde la colonia, y en este caso, partimos de los días de negociación de la independencia de 1821, cuando el poder fluctuaba entre el pensamiento del virrey Sámano, quien huyó de Nueva Granada hacia Panamá, y los monárquicos constitucionalistas. Estos últimos intentaron sostener el debilitado dominio español tras la muerte de Sámano. Para ello, trataron de apuntalar el poder con Juan de la Cruz Murgeon, quien fue el último gobernante santificado por el Rey, y luego reemplazado por José de Fábrega. Fábrega, un militar que perseguía a la oposición al Rey y era propietario de latifundios, se transformó en defensor de la independencia, que había combatido desde la insurrección santeña del 10 de noviembre de 1821. Una vez consumada la independencia, Fábrega, que había sido realista, pasó a dirigir el ejército.
Nuestra historia está forjada con base en el recuento memorístico de fechas y hombres buenos. Los credos e ideologías han sido apartados del análisis, ahogados en el pozo del romanticismo. Su fin último ha sido construir una visión idealizada del buen gobierno y estigmatizar a quienes se opusieron en aras del bien social, siendo estos últimos etiquetados como ‘conspiradores sociales’. Creo prudente afirmar que, además de esos cimientos corroídos, aparece el pensamiento liberal. Así lo comprendió el Dr. Porras, quien, desde joven, tuvo un encuentro en Las Tablas con Gil Colunje, quien, por su inteligencia, le regaló una onza de oro.
En el periodo que realizó estudios de abogado en Colombia meditó el Dr. Belisario Porras, sobre si en realidad ¿éramos dueños de nuestro territorio? Luego de la independencia de 1821, el Dr. Porras concluye que seguimos siendo siervos y subordinados a Colombia. El derecho de protesta fue reprimido, los sufragios alterados y la prensa amordazada. Pisada nuestra dignidad por una soldadesca mercenaria. Como Salvador Galofre escribió: “Estado, provincias y municipios perdieron por completo su autonomía que antes disfrutaban.” Las justificaciones de los corifeos de la antigua Nueva Granada validaban la historia de la justicia y el símbolo impecable de la democracia elegida en el pináculo del robo fortaleciendo la visión que reflejaba la Patria Boba.
El Dr. Belisario Porras con su capacidad de reflexión negó la subordinación del Istmo a cualquier potencia extranjera. No más Patria Boba la acción militante en la guerra de los Mil Días lo demuestra. La traición al nacionalismo la ejecutaron los colombianos antes de la guerra civil de los tres años y entregaron en Panamá el paso de una costa a la otra, a los Estados Unidos. La soberanía de nuestro istmo fue sorteada como si fuera un juego de cartas, para que los Estados Unidos protegieran el libre tránsito entre Colón y la ciudad de Panamá.
Cuando los liberales, dirigidos por el General Emiliano Herrera, habían sofocado y derrotado al ejército conservador en todo el interior, y estando ya a escasos kilómetros de asaltar la ciudad de Panamá, el liberalismo contaba con 1,700 hombres en armas. No podía, pues, dejar de surgir el coloso del norte, que obligó a los liberales, bajo la presión del Tratado Mallarino-Bidlack, a declinar la ofensiva. Este tratado amenazaba con el desembarco de tropas para sofocar el poder arrollador de los liberales, lo que les obligó a firmar el Tratado de Paz de Wisconsin el 21 de noviembre de 1902. El Dr. Porras, quien había participado en dos encuentros bélicos, en ese momento se encontraba en Centroamérica.
La bravura de los liberales se redujo y entregaron las armas. La justificación de esa acción dio aire a los conservadores en crisis, y los Estados Unidos los acomodaron en el poder. Ya lo había vaticinado el Dr. Justo Arosemena cuando escribió: ‘Hace más de veinte años, el águila del norte dirige su mirada hacia las regiones ecuatoriales; no contenta con haber pasado sobre una gran parte del territorio mexicano, lanza su atrevida mirada mucho más acá. Cuba y Nicaragua son, al parecer, para facilitar la usurpación de las comarcas intermedias y consumar sus vastos planes de conquista un día no muy remoto.’ El águila del norte había cumplido en parte su misión, y, tras el fracaso del Canal por los franceses, se abren las negociaciones del Tratado Herrán-Hay.