- sábado 05 de noviembre de 2016 - 12:00 AM
¡Váyase ya, pero calladamente!
José María Aznar, en la víspera de las elecciones que ganó el Partido Popular y que lo consagraron como el sucesor del líder socialista que llevaba 14 años al frente del gobierno, en frase que tuvo efectos lapidarios, le espetó en el Congreso de los Diputados: ‘Váyase, señor González'.
La dimensión política de Felipe González, es estratosférica comparada con la del personaje que, en nuestros lares, sigue empecinado en perpetuar un protagonismo desfasado y absurdo, pero la frase bien se acomoda a las circunstancias.
Después de haberse vendido como indispensable y sin entender que el clamor general es que acabe de irse, el personaje ha vuelto a las andadas. Por un lado insiste en decir quien debe ser su sucesor o sucesora y, por otro, se desboca proponiendo al presidente Varela que se extralimite en sus funciones constitucionales.
Si la Asamblea decidió no hacer la elección del magistrado que soberanamente le corresponde nombrar, no compete al presidente, que en buena hora se lo ha recordado, decirle cuando debe realizarla. Es seguro que la Asamblea, cuando se reúna, el 2 de enero de 2017, llenará la vacante y, por esa dilación no habrá ningún cataclismo.
También ha insistido el magistrado que se convoquen sesiones extraordinarias, para aprobar las reformas electorales. Otro empecinamiento fuera de lugar.
Por un lado, los diputados nunca se pusieron de acuerdo sobre el proyecto que presentó el Tribunal Electoral y, por otro, los cambios, que se dice se le han hecho, tal vez los conocen los magistrados, pero los ignora la Comisión Nacional de Reformas Electorales y la ciudadanía, a las que, por cortesía, se las debiera informar.
Por todos esos exabruptos, lo oportuno y, además sensato, sería que el personaje en cuestión se acogiera a vacaciones, dejara que se encargue su suplente y, de una vez por todas, abandone el escenario, pero sin estridencias trasnochadas.
Abogado