• martes 12 de abril de 2022 - 12:00 AM

¿Tiene futuro la educación nacional?

La crisis educativa es de vieja data

Me resultaba en extremo complicado, lograr que mi hija entendiera las explicaciones que les ofrecía sobre un tema académico. Este conflicto me tenía al borde del ‘schock', hasta que sin mucha palabrería, ella puso ‘los puntos sobre las ïes': ¡Es que en mientras tú tienes la habilidad de percibir la realidad en términos de ideas, la mía está llena de imágenes multicolores!.

Me eduqué en tiempos en los que el docente representaba la autoridad, y los libros ‘permitidos' la fuente para llegar al conocimiento. Hoy, la alta tecnología, con su universo de sonidos, videos y fotografías alucinantes, amenaza con convertir al docente en un ‘facilitador', útil como orientador del estudiante.

Así vistas las cosas, el manejo de la tecnología pareciera ser que es el centro del proceso educativo. Será de suma importancia los resultados que arrojarán las pruebas de lectura y escritura que el MEDUCA aplicará a los estudiantes panameños, pues parcialmente se medirá el impacto de la cuarentena en el dominio de tales habilidades.

La crisis educativa es de vieja data. Y mientras docentes, administrativos, políticos y padres de familia evaden su responsabilidad, es sencillo percibir el pobre nivel formativo de nuestra educación. Con todo y eso, sin importar el gobierno, año tras año el tema educativo ‘salta a la mesa' con efusivo interés. Son millones de balboas los que anualmente se invierten en ‘graduar' a miles de estudiantes, pero a pocos pareciera importarles que por su precaria formación, les asegura una limitada acogida en el mercado laboral local.

Seguimos cultivando mitos pedagógicos que restan interés al conocimiento, que sustentan la idea de que la verdadera formación se adquiere en la ‘calle'. Este panorama dantesco, requiere con urgencia de ‘un revolcón', que la comprometa en formar simultáneamente profesionales competentes y ciudadanos honestos, con alto sentido de patria

Es difícil crear una consciencia crítica, con ausencia de motivación ‘académica', que alimente sus rebeldías y utopías juveniles. El conocimiento que se imparte en las aulas, entra en conflicto con la cotidianidad de los jóvenes. ¿Para qué queremos que estudien? Esta interrogante solo recibe discursos politiqueros, que cada cinco años se repetirán ante miles de nuevos votantes desempleados.

ABOGADO