• sábado 22 de diciembre de 2012 - 12:00 AM

Testigo de la invasión

La ocupación norteamericana en suelo patrio ha significado para los panameños: discriminación racial, violación a nuestra soberanía naci...

La ocupación norteamericana en suelo patrio ha significado para los panameños: discriminación racial, violación a nuestra soberanía nacional, a los derechos humanos, humillaciones, destrucción, persecución, dolor y luto. La invasión de Estados Unidos a Panamá fue un auténtico triunfo del horror, asesinatos a mansalva; fue una cacería humana que acabó con la vida de miles de personas inocentes, ejecutadas en orgía de sangre y muerte. Se trató de crímenes abominables hacia este pueblo humilde, indefenso y amigo.

A mí me tocó vivir junto a mi familia los horrores de la cruel invasión el 20 de diciembre de 1989: Como a las 10:00 de la noche me encontraba en mi hogar junto a mi esposo y mis dos hijos menores de edad, cuando sentimos como a la media noche los bombardeos que provenían de la Autopista Arraiján- La Chorrera, del Cuartel de la Guardia Nacional y del Centro Político del profesor Rigoberto Paredes, que estaba ubicado a una calle de mi residencia. El nerviosismo y la desesperación se apoderaron de mi persona y de mis hijos; y en ese momento mi esposo recibía llamadas de compañeros y militantes del Glorioso Partido de Omar, que le informaban que EE.UU., había invadido el país.

La primera reacción de mi esposo fue tratar de poner a salvo la familia y decidió que saliéramos por un túnel que conducía hacia un área alejada donde habitaban unos amigos nuestros muy queridos. Una vez estando en ese lugar mi esposo decide regresar a la casa a buscar algunos documentos y ropa para los niños y para mí; pero estando en ese afán la soldadesca yanqui lo captura y lo conducen al Polígono de Tiro de Nuevo Emperador, allí lo esposan y psicológicamente lo torturan. Los soldados enloquecidos de poder y ebrios de sangre, destruyeron todo cuanto encontraron en mi casa, y lo que quedó fue saqueado.

Momentos difíciles vivimos, durante siete meses, cambiándonos cada semana de un lugar a otro y durmiendo escasas horas, para que no me capturaran a mí también. Mientras tanto mi esposo seguía detenido y trasladado a la Base de Kobee, que estaba repleta de nacionales de todas las edades que permanecían semidesnudos y sometidos a vejámenes morales y amenazas . Las noticias que recibía eran desalentadoras y de incertidumbre. Decidí trasladarme a una base militar con un familiar que habla inglés y allí traté de buscar información sobre el paradero y la vida de mi esposo.

El pueblo jamás debe olvidar esta matanza despiadada de Estados Unidos, la conciencia del panameño debe fortalecerse sobre los hechos, El Chorrillo, barrio mártir y el país debe reclamar indemnizaciones, porque esos muertos dejaron familias que claman justicia, pero a la fecha el manto del silencio es la explicación que han dado los gobiernos por los daños causados y el saqueo más grande que conoce la historia del país.

*DOCENTE UNIVERSITARIA