• lunes 15 de junio de 2015 - 12:00 AM

Responsabilidad social en Barro Blanco

Se dice que el agua es nuestro petróleo y, por ende, su explotación debe estar en función del beneficio que le brinde a todos

La hidroeléctrica que se construye en Barro Blanco, que desde el principio fue ampliamente cuestionada por la comunidad ngäbe que allí habita y por amplios sectores de la opinión pública –que incluso fue objeto de un sesudo estudio por parte de un becario Pulitzer en 2013–, fue hecha sin tomar en cuenta uno de los factores más importantes: cómo afectaría a la población que en teoría debería beneficiarse de ella.

Se dice que el agua es nuestro petróleo y, por ende, su explotación debe estar en función del beneficio que le brinde a todos.

Si los estudios que se hicieron para esa obra estuvieron basados no solo en el retorno de la inversión y ganancias subsecuentes, sino en mejorar el entorno, ofrecer fuentes de empleo, servicios médicos, centros educativos y la erradicación de problemas existentes, no debió ser aprobado en su momento.

Ahora no podemos llegar con un mazo a destruir lo que ya se ha avanzado, como símbolo de que se quiere arreglar lo mal hecho.

Hay que replantearse los objetivos y, ante todo, que prevalezca el querer que todos los vinculados a la obra salgan ganando, en especial los poblados ngäbe.

John Briscoe, estudioso del tema en Harvard University y que en su momento se opuso a la construcción de hidroeléctricas en lugares pobres, es hoy su más ferviente defensor, al ver que en lugares remotos de África y Asia, estas han representado un beneficio para los habitantes.

La razón de esto es que se construyeron pensando en los que habitan el área y poniendo por delante la responsabilidad social de las empresas o estados que llevaron a cabo las obras.

El Gobierno tiene una excelente oportunidad de hacer de este caso una resolución de conflictos exitosa y, en cierta forma, ejemplar. El asunto es que tenga la voluntad de querer hacerlo.

*Exministra de Gobierno y Justicia

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No podemos llegar con un mazo a destruir lo que ya se ha avanzado, como símbolo de que se quiere arreglar lo mal hecho

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