- sábado 27 de febrero de 2021 - 12:00 AM
Los males sociales se combaten educando a los hombres y mujeres del futuro
Todas las madrugadas con el canto del gallo se levanta de la cama, hecha de cañazas, Beto Sudao, un hombre de piel curtida por el sol, de ojos tristes con poco brillo, cabello azabache parecido al carbón, de baja estatura, con la corpulencia de un leñador.
Nació pobre, creció pobre y morirá pobre. Tiene un sentido firme hacia la honradez, el trabajo y la verdad. Nunca fue a la escuela.
Todo lo que sabe se lo enseño su padre, él es el molde exacto de su progenitor y éste, el de su abuelo.
Es un círculo interminable donde aprende empíricamente que lo más importante es el trabajando duro. No tiene mayor aspiración y acepta con hidalguía la vida que le tocó.
Beto Sudao deja sus años y su vitalidad trabajando como esclavo en la finca de Jorge Mucha Plata. Su patrón también aprendió de la vida de aquellos que lo criaron, es un juega vivo, no tiene escrúpulos, desprecia los valores y la verdad. Flota feliz en el océano de la corrupción.
Si entendemos que el aprendizaje de una persona comienza desde su infancia y que la Educación es la formación práctica y metodológica que le da al individuo las herramientas y conocimientos esenciales para ponerlos en práctica en la vida cotidiana. ¿Por qué no se enfatiza infinitamente en el sistema educativo la enseñanza de los valores éticos y culturales para formar identidad y personas de bien en el futuro?
Si se logra amalgamar la formación académica de las personas de manera ininterrumpida en las etapas de la niñez y la juventud con la promoción continua de los valores éticos, en las escuelas y los hogares, tendremos en el futuro hombres y mujeres vacunados contra todo tipo de corrupción. Serán la némesis de todo mal social.
PERIODISTA Y DOCENTE