- domingo 12 de noviembre de 2023 - 7:50 AM
Una historia de vida digna de compartir. Domingo poético y de inspiración
El colega profesional de la fotografía Alfonso Gómez es un ciudadano despierto, donde, para quienes lo conocemos, siempre anda con esa chispa de humor. En su muro de Facebook nos regala frases inspiradoras, las cuales deben ser analizadas con mucha independencia de pensamiento. En uno de los tantos dice: “No todos los que están juntos se aman y no todos los que se aman están juntos.” En otro nos envía este: “Los problemas comenzaron cuando las cebras de rayas blancas comenzaron a odiar a las de rayas negras.” ¿Cómo así se preguntarán mis lectores? Ambas tienen tanto rayas negras, como blancas. Allí encontramos una especie de analogía para que comprendamos que mientras viva el ser humano vamos a tener odio y amor; paz y guerra, etc.
Alfonso Gómez me deslumbró con una historia de su padre. Allí nos recuerda que la experiencia mata tiempo y que lo andado por el camino de la vida supera los títulos diversos que se obtengan en la universidad. Hay muchas personas que se ufanan cuando llama por celular… ¡No salen de la frase… aquí les saluda el doctor fulano de tal! No sabemos si sus padres lo inscribieron con el nombre de doctor en el Tribunal Electoral. Puede que sí, por eso hay los nombrados como magíster, licenciado, ingeniero, etc. Y además de ese nombre, tienen apellidos como contador, diseñador, abogado, político, diputado, ministro o presidente etc. Hoy quiero reiterar esa historia que nos regaló hace cuatro días, el inigualable y no bien ponderado… Alfonso Gómez…
“El hombre entró a la recepción y descubrió, que igual que él, otros habían llegado con la misma intención: ganarse el contrato para darle mantenimiento a los sistemas de refrigeración de la empresa de productos lácteos. Corría el año de 1966 y la empresa de productos lácteos de Chiriquí necesitaba quien se encargara de mantener sus aparatos de refrigeración funcionando. Se sentó, y mientras esperaba, observó como los otros aspirantes habían llevado portafolios con documentos que atestiguaban sus destrezas en el negocio de la refrigeración.
Él no había ido a ningún instituto de formación en esta disciplina, había aprendido trabajando con expertos en el tema, pero no tenía ningún título que lo acreditara. Con sus ahorros puso un taller de refrigeración que contaba con sólo tres ayudantes. Si este negocio le resultaba, podría acondicionar mejor su taller y comprar equipo para mejorar el servicio y vender piezas de aparatos de refrigeración.
¿Quién iba a confiar en él -pensó- si no tenía manera de demostrar sus habilidades en este oficio? Sólo lo respaldaba su deseo de alcanzar su sueño. Poco a poco fueron entrando y saliendo los aspirantes de las entrevistas. Varias veces se sintió tentado a abandonar el lugar. Solo lo mantuvo firme el deseo de intentarlo. Cuando llegó su turno para ser entrevistado, el gerente le preguntó por qué no traía ningún documento consigo. El hombre pensó un momento, y su inteligencia natural lo ayudó a responder: “Los documentos son como un cheque: pueden o no pueden tener fondos que lo respalden. Yo he venido a demostrarle la experiencia que me respalda. Cuando llegaba, vi que tienen unas neveras allá afuera, tiradas para botar. Escoja usted la que quiera, yo me la llevaré y en 3 días la tendrá, no sólo funcionando, si no con la apariencia que tenía cuando salió de la fábrica. El gerente, sorprendido, y riendo también, le dijo: ¿Estás seguro? ¡Sí!, respondió el hombre.
Así lo hicieron. A los tres días, el hombre estaba de vuelta con la nevera, la pusieron a funcionar, le pusieron el termómetro para comprobar su enfriamiento. No sólo enfriaba, si no, que estaba nítida, pintada y restaurada en su aspecto. El gerente puso su mano en el hombro de aquel señor y le preguntó:
¿Cómo me dijiste que te llamas? Alfonso Gómez, señor. “Bueno, Alfonso, tenías razón, tus cheques valen oro. Tenemos muchos casos como esta nevera que nos ahorrarán mucho dinero. El contrato es tuyo.
El relato que les he compartido pertenece a mi anecdotario familiar y personal. Es real y se trata de una experiencia de vida de mi padre Don Alfonso Gómez, que siempre se distinguió por ser un profesional responsable y esmerado en su trabajo de técnico en refrigeración. Era obsesivo con la perfección. Hoy, 7 de noviembre, estaría cumpliendo años si un accidente automovilístico no hubiera empañado su existencia.
Hasta el universo multidimensional te mando un fuerte abrazo padre. El mejor homenaje que puedo hacerte es hacer realidad el dicho que tanto me repetiste, a manera de consejo: "UNO VALE, LO QUE VALE SU PALABRA".
Espero que usted haya disfrutado como yo esta crónica de una vida ejemplar. Si te gustó compártela… Historias como esta son necesarias en estos momentos de zozobra. Abrazos y les deseo un feliz día del Señor.
Docente universitario